La Prehistoria
Se le llama Prehistoria al periodo
que va desde la aparición del ser humano en la tierra hasta la invención de la
escritura. La Prehistoria, al igual que la Historia, trata de la vida de los hombres en tiempos pasados. Se
diferencia de ésta en que no dispone de documentos escritos, por lo que utiliza
otras fuentes para recibir información. Son las llamadas fuentes arqueológicas:
restos dejados por los hombres, que permiten reconstruir parte de su pasado.
La conformación del primer Ser
Humano es fruto de la conjunción de una serie de cambios a nivel físico,
biológico y cultural, lo que se conoce como proceso de Hominización. En
este proceso el hombre evolucionó desde el Australopitecus hasta el Homo
Sapiens, pasando por las fases intermedias de Homo Hábiles y Homo Erectus. Los primeros restos de homínidos fueron
encontrados en África y tienen una antigüedad
de 6 millones de años. Pertenecen al género de los Australopitecus, cuyas especies más evolucionadas vivieron
hasta 3 millones de años atrás. Este homínido
primitivo abandonó la selva, dejando atrás la vida arbórea. Esta circunstancia le impuso la adopción paulatina de una
postura erguida. Hace 2,5 millones de
años apareció el Homo Hábilis, al que se le atribuyen las primeras herramientas. Un millón de años
después comenzó a desarrollarse el Homo Erectus; aparece en África y
desde allí se extendió por Europa y Asia. Conocía el uso del fuego y fabricó las primeras hachas de
piedra. Su capacidad craneana es similar a la del hombre moderno, pero sus
características físicas (frente aplastada, mandíbula muy grande y prominente)
lo separan de la especie humana actual.
Hace unos 100.000 años, apareció
en Europa el Homo Sapiens de Neandertal. Vivian en cuevas donde
encendían fuego para protegerse del frío glacial. Construyeron lanzas de madera
y es posible que utilizaran un lenguaje. Habrían desaparecido hace 35.000 años. Los primeros restos considerados modernos
pertenecen al llamado Hombre de Cromagnon
u Homo Sapiens Sapiens, cuya antigüedad se remonta a unos 40.000 años
atrás.
La Prehistoria necesita, al igual
que la Historia, de una cronología que le permita medir las fases de la evolución humana. En este
periodo se distinguen dos grandes etapas: la Edad de Piedra, que abarca
desde la aparición del hombre hasta el descubrimiento y uso de los metales, y
la Edad de los Metales, que se inicia con la aparición de la metalurgia
del cobre y continúa en el periodo histórico con el bronce y el hierro. La Edad de Piedra se puede dividir en dos
grandes etapas: el paleolítico y el neolítico.
Durante el Paleolítico el hombre era nómada, se desplazaba
constantemente en busca de alimentos, los que se obtenían cazando animales y
recolectando frutos y hierbas. El Neolítico parte con el descubrimiento
de la agricultura. Este acontecimiento se produjo en forma paralela a la
domesticación de animales. Se calcula que los primeros experimentos agrícolas
se realizaron hace 10.000 años coincidiendo con el fin de las glaciaciones. La
domesticación de plantas y animales generó los mayores cambios sociales
experimentados por los seres humanos. En primer término provocó el
sedentarismo, el nacimiento de aldeas, de jerarquías sociales, de la división
del trabajo, el surgimiento de las ciudades y las primeras civilizaciones.
Las primeras
culturas urbanas
Entre el 3.500 y el 3.000 a.C. se
produjo una transformación fundamental en algunas zonas del Próximo Oriente y
del Valle del Nilo: el abandono de los pueblos pequeños a favor de las ciudades
grandes y amuralladas. Los cambios que este hecho ocasionó en la vida de
aquellas sociedades fueron tan importantes, que el fenómeno se denominó “revolución
urbana”. Cuando una de aquellas ciudades se imponía sobre las demás de su
entorno, exigiendo tributos, nombrando gobernadores, etc., comenzaba la
gestación de un imperio. Es lo que ocurrió en Mesopotamia y en Egipto. Las ciudades no eran sólo grandes núcleos de
población, sino verdaderos centros de poder, ciudades-estado con
características comunes: tenían un gobierno central, fuerte
y organizado (rey, emperador o
faraón); se construyeron suntuosos palacios y templos; en su sociedad existían
grandes diferencias entre pobres y ricos y ya no eran todos agricultores, sino
que se especializaban en trabajos diferentes, existiendo una división del
trabajo bastante evolucionada (sacerdotes, artesanos, soldados). Sus economías
se basaban en una agricultura de regadío, que proporcionaba muy buenas
cosechas, en el pastoreo y en un activo comercio de cereales y objetos de metal.
Los Sumerios fueron los inventores
de la escritura, hacia el 3.500 a.C. A partir de entonces podemos disponer de documentos
escritos para conocer el pasado. Los sacerdotes utilizaron para su contabilidad
la escritura pictográfica, que consistía en dibujar los objetos e ideas que se
querían representar. Más tarde se utilizó una escritura de signos abstractos
que se grababan en tablillas de barro húmedo que luego se secaban; las
incisiones se hacían con un estilete en forma de cuña, por lo que se llamó
escritura cuneiforme. Los que conseguían conocer los signos se llamaban escribas
y formaban una minoría privilegiada. A medidos del siglo X a.C., los fenicios
simplificaron la escritura al crear 27 signos, con los que representaban todos
los sonidos; hay un signo para cada sonido. Es la escritura alfabética, origen
de de nuestro alfabeto. Otro aspecto
común a estas culturas urbanas era su idea del mundo, esencialmente religiosa.
Cada ciudad tenía sus dioses, tanto más importante cuanto mayor fuera el peso
político de la ciudad. Pero junto a esta religión oficial, los ciudadanos
tenían dioses personales, y la magia, la brujería y la adivinación eran
prácticas corrientes en las ciudades de Oriente.
Mesopotamia
Donde antes se transformaron los
poblados rurales en ciudades amuralladas fue en la Baja Mesopotamia, en el país
de los sumerios. La región formaba parte de la llanura aluvial creada por los
ríos Tigris y Eufrates. La vida
histórica de los sumerios se sitúa entre 3.000 y 1.800 años a.C., y se inicia
con
la concentración de la población
en ciudades-estado (Uruk, Ur, Lagash) a lo largo del río Eufrates, Esta forma de organizarse en
ciudades-estado perduró toda la antigüedad.
Eran ciudades amuralladas, consideradas en sus orígenes como propiedad del dios local. El núcleo central estaba
constituido por el templo del dios que servía
como lugar de encuentro en las festividades, para el intercambio de
mercancías y como almacén. La administración de la ciudad estaba a cargo
del En, «señor», «sacerdote-rey»; era jefe
religioso, gobernador de la ciudad y administrador de las riquezas. Cuando la
rivalidad entre las ciudades hacía
necesaria la existencia de un ejército, se elegía un jefe guerrero, el Lugal, encargado de la
defensa de la ciudad. Con el tiempo, el Lugal
se convirtió en la máxima autoridad y, además de dirigir el ejército,
administraba las riquezas, nombraba gobernadores en las ciudades sometidas y
tenía a su cargo la administración de
justicia. Así, este líder guerrero -Lugal-, que en lengua sumeria significa «propietario»,se convirtió en
rey-guerrero y asumió los poderes del En. Entre las ciudades sumerias más
importantes, la primera que ejerció la hegemonía en el valle fue Kish. Más
tarde, el poder político pasó a la ciudad de Uruk, rodeada desde muy antiguo por una doble muralla de 10 km.
Rival de Uruk fue la ciudad de Ur, en
cuyo cementerio real se ha
encontrado uno de los más ricos tesoros de la antigüedad. Los habitantes de las ciudades estaban
organizados en clases. Los patesi (sacerdotes),
los funcionarios reales y los ricos propietarios formaban la clase
privilegiada (awilum); los obreros, especializados en la fabricación de
tejidos, pieles y objetos de metal, y los campesinos eran hombres libres que
trabajaban a cambio de un salario (mushkenum) o de una parte de la cosecha. En
el último lugar de la escala social estaban los
esclavos, que pertenecían al rey o a un rico señor, pero a los que se
les permitía tener
algunos bienes personales. La
ciencia y el arte tuvieron un gran desarrollo en las ciudades-estado. Como ya vimos,
la escritura empezó en Sumeria con números y dibujos para llevar la administración
del templo y de la ciudad. Fueron los sumerios quienes inventaron el sistema de
numeración decimal que ha llegado hasta nosotros, y también elaboraron fórmulas
para medir la superficie de un campo y la capacidad de un recipiente. Los babilonios
crearon el sistema de numeración sexagesimal, basado en el número 60, que hoy
se sigue empleando para la división del tiempo y para medir ángulos y arcos.
La organización de las ciudades
sumerias, se repitió, con pocos cambios, en el Imperio Babilónico, creado en
torno a la ciudad de Babilonia por Hammurabi (siglo XVIII a. C.); también en el imperio Asirio, en el que
destaca la figura de Asurbanipal (siglo VII a.C.), y en el Imperio Persa.
Asiria y
Babilonia
La zona interior de Mesopotamia
conoció, desde el siglo IX a. C., la existencia de tres importantes imperios
con una sólida base agrícola (mantenida por esclavos), un poderoso ejército de
tierra y una monarquía centralizada. El imperio asirio, fundado ya en 1800
a.C., alcanzó su máximo poder con la conquista de Egipto, Nubia, Chipre y Palestina
a comienzos del siglo VII a. C. En ese momento, Babilonia, una ciudad de gran
antigüedad, dominada por los asirios, se independizó. Fue la capital de un
imperio que alcanzó su apogeo bajo el reinado de Nabucodonosor. Babilonia fue
destruida el año 539 a. C., durante el reinado de Ciro el Grande, quien incorporó
estos territorios al Imperio Persa.
Los persas
El fundador del Imperio Persa fue
Ciro el Grande (555-529 a.C.), que consiguió unificar todas las tribus persas y realizar
importantes conquistas que extendieron sus dominios hasta Asia Menor. Este
vasto imperio fue organizado por Darío I (521-486 a.C.). El poder del soberano
era absoluto y se apoyaba en la fuerza de su poderoso ejército. El territorio
se dividió en provincias llamadas satrapías, gobernadas por el sátrapa. El arte
persa no es original. En realidad, tomó muchos elementos de los pueblos vencidos,
especialmente de los mesopotámicos. Al igual que ellos, los persas utilizaron
en sus construcciones el arco y la
bóveda, así como los animales fantásticos para decorarlos. Predicada por
Zoroastro, la religión persa no exigía sacrificios, templos ni dioses. Sólo una
llama ardía permanentemente, simbolizando el triunfo del bien. El
enfrentamiento de los persas con los helenos en las Guerras Médicas señaló el comienzo
de su decadencia, que culminó con la conquista del Imperio por Alejandro Magno.
Fenicia y
Palestina
Un grupo de pequeñas ciudades
fenicias independientes, gobernadas por una monarquía aristocrática, alcanzó un
gran desarrollo durante los siglos X al VIII a. C. La construcción de rápidas
embarcaciones y la posesión de nuevas técnicas de navegación, hicieron de los
fenicios los primeros comerciantes de todo el Mediterráneo. Fundaron
asentamientos comerciales «<factorías» en las costas de Chipre, Sicilia, Baleares
y la península Ibérica. Fueron los primeros en usar el alfabeto, adoptado más tarde
por los helenos. Desde el siglo VIII a. C., las ciudades fenicias de Asia
fueron sometidas por Asiria.
Hacia el 1500 a. C., un pueblo de
nómadas hebreos había ocupado las tierras regadas por el Jordán, al sur de las
ciudades fenicias. A ellos se unieron, en el 1200 a. C., otras tribus hebreas
procedentes de Egipto. Tras un periodo de confederación tribal, se estableció
la monarquía que unificó el pueblo hebreo. En el siglo X a. C., bajo los reinados
de David y Salomón, el pueblo hebreo conoció su máximo esplendor: se ampliaron
las fronteras, se comerció con los pueblos de la península Arábiga y con la ciudad
fenicia de Tiro, y se construyó el templo de Jerusalén. Pero la muerte de Salomón
supuso también la división del reino y el inicio de una época de decadencia. En el 587 a. C., Nabucodonosor destruyó el
templo de Jerusalén y desterró a los judíos a Babilonia. Los judíos ya no
volverán a ser totalmente independientes. Su religión monoteísta ejercerá una gran
influencia en toda la cultura de Occidente.
Cartago
Ciudad fundada por los fenicios de
Tiro el 814 a. C., situada en el Norte de África (la actual Túnez), fue uno de
los máximos poderes mediterráneos durante los siglos VIIIIII a.C. Una
importante flota y un poderoso ejército, llevaron a Cartago a dominar parte del
Norte de África, la costa oriental de la península Ibérica y parte de Sicilia.
Su sociedad, dominada por aristócratas terratenientes, se veía afectada por
continuas tensiones sociales. Cartago combatió durante dos siglos contra Roma
por el dominio del Mediterráneo occidental. Fue destruida por los ejércitos
romanos el 146 a.C.
El Antiguo Egipto
La historia de Egipto se extiende
desde el 3.100 a.C., en que se funda la primera dinastía de los faraones, hasta
el 332 a.C., año en que es conquistado por Alejandro Magno, rey de Macedonia. Para la reconstrucción de su historia, se
utilizan dos fuentes básicas: las excavaciones arqueológicas y la escritura
jeroglífica. Esta no ha podido utilizarse hasta época reciente, en concreto,
hasta el año 1822 en que el arqueólogo francés, Champollión consiguió
descifrarla. A partir de entonces, un grupo de historiadores -los egiptólogos se han dedicado a investigar sobre el pasado de
este pueblo: cómo vivían, cómo estaban organizados, cuáles eran sus creencias,
etc. Las primeras noticias sobre Egipto nos fueron proporcionadas por un
historiador griego, Heródoto (siglo V a. C.), quien dijo: «Egipto es un don del
Nilo» y «Los egipcios son los más religiosos de todos los pueblos».
Efectivamente, gran parte de lo que conocemos de su pasado, responde a estas
dos observaciones del historiador griego. La vida de los egipcios está
profundamente marcada por el río Nilo. La economía, la organización social, la
religión, el arte, manifiestan la importancia del río, que con sus crecidas
fertiliza el rico valle. A ambos lados del mismo, se extiende un inhóspito desierto.
Desde muy antiguo, la población se asentó en el valle y vivía de la agricultura.
Anualmente, la franja de tierra próxima al río era inundada por las aguas y los
fértiles limos que la cubrían proporcionaban muy buenas cosechas. La segunda
fuente de riqueza era el comercio: exportaban cereales, vinos y manufacturas a sus vecinos de Oriente y, a
través del Mediterráneo, las naves fenicias transportaban productos egipcios a
los países ribereños. A cambio recibían oro, tejidos, esclavos. Las crecidas del río, que de forma
impetuosa inundaban el valle, también originaban catástrofes. Era necesario
controlar las aguas, construir presas, canales, drenar las tierras inundadas.
La realización de estas tareas exigía enormes costos de mano de obra y de
material. Estas circunstancias favorecieron el surgimiento en el valle de un poder
fuerte y centralizado que organizara la ejecución de las obras. Aparece así la figura
del faraón como dueño absoluto de las tierras y de los hombres. Junto a él, estaban
los sacerdotes y los funcionarios, que se convirtieron en la clase privilegiada
del país. En la base se encontraban los campesinos y los esclavos, muy
numerosos y sin ningún derecho. El ejército no tuvo un papel destacado
probablemente porque los egipcios se sentían protegidos por el desierto que les
rodeaba. El primer hecho importante de su historia fue la unificación del valle
(Alto Egipto) con el delta (Bajo Egipto), que se produjo hacia el año 3.000
a.C. Menes fue el fundador de la primera dinastía de faraones, de las 30 en que
se divide la historia del Egipto antiguo. El esplendor de los faraones acabó
con los sucesores de Ramsés II (1.301-1.235 a.C.) de la dinastía XIX. A partir
de entonces, Egipto fue invadido por pueblos de Oriente: asirios, persas y,
finalmente, por Alejandro Magno, que se hizo reconocer faraón. Años después,
los romanos harían de Egipto una provincia del Imperio.
Religión Egipcia
Las características físicas del
valle del Nilo, el gobierno de los faraones, las obras de arte, la vida y la
muerte tuvieron para los egipcios un significado religioso. Los ciclos del Nilo
de crecida-fertilidad, sequía-aridez, los cambios climáticos de días calurosos
y noches de frío intenso eran para los egipcios resultado del enfrentamiento de
los dioses. Set, dios del mal y del desierto, daba muerte a Osiris, dios de la vegetación
y de la tierra, momento en el cual empezaba la sequía. Su resurrección provocaba
la crecida de las aguas, y la intervención del dios Sol, Amón-Ra, hacía fructificar
las semillas. El Sol era la fuente de la vida que durante las horas de oscuridad
iluminaba otro mundo igual que el suyo. Junto a estos contrastes de la
naturaleza, situaban el existente entre la vida y la muerte. Lo importante para
ellos era sobrevivir a la muerte y continuar la vida en el reino de Osiris. La
continuación de la vida dependía de la conservación del cuerpo con la misma
apariencia para que el ba, que abandonaba el cuerpo al producirse la
muerte, pero que regresaba todas las noches, no tuviera dificultad en reconocer
a su dueño. Mientras, la otra parte del difunto, el ka, descansaba en la
'tumba, junto con todo
aquello que necesitaba para su
segunda vida. Sin embargo, el ingreso en el otro mundo estaba condicionado a un
juicio en el que se demostraba el buen comportamiento del muerto: obediencia al
faraón y a la ley, sumisión a la voluntad divina. Para ayudarse en el juicio
ante el tribunal de Osiris, el
difunto disponía del Libro de los
Muertos, en el que figuraban las respuestas que le permitirían pasar a la otra vida. Papiro del “Libro de los Muertos”, que
representa el Juicio de Osiris
Arte Egipcio
El arte también fue una respuesta
a sus creencias religiosas. No había intención de decorar o embellecer, sino
más bien la pretensión de reflejar su pensamiento sobre el mundo, la vida y la
muerte. Son obras construidas para los dioses -templos de Karnak y Luxor- o
para los muertos -tumbas-. Debían resistir al paso del tiempo y, efectivamente,
lo consiguieron en buena medida, utilizando bloques de piedra que transportaban
por el Nilo. La finalidad de las tumbas era proteger el sarcófago para que no
fuese robado. Sólo el faraón y los miembros de la nobleza tenían el poder
suficiente para fabricar las
construcciones funerarias que han
llegado hasta nuestros días. Para el resto de la población se empleaban ataúdes
de madera que se enterraban en la arena. Es un principio, las tumbas eran muy
sencillas e iguales entre sí: son las llamadas mastabas. Desde la III dinastía,
la fuerte autoridad del faraón, le permitió distinguir su tumba de las demás;
así aparecen las pirámides, entre las que destacan las de Keops, Kefrén y Mikerinos.
En el Imperio Medio, aparecieron las tumbas excavadas en la roca: los hipogeos.
En las paredes del interior de las tumbas, representaban escenas que narraban acontecimientos
relacionados con el muerto. En estas pinturas egipcias no están separados los
distintos momentos de la acción y combinan la visión de perfil y la
frontal para presentar, de la
forma más exacta posible, cada parte del cuerpo. Raras veces se utilizaba el
sombreado para dar profundidad a la escena; por el contrario, se resaltaba
fuertemente el contorno de las figuras.
El Legado
Cultural del Mundo Clásico
El mundo Grecorromano corresponde
al desarrollo de la civilización Griega y Romana. Estas dos culturas entregaron
al mundo occidental una invaluable herencia, constituyendo la cuna de la
civilización occidental. Algunos de los grandes legados de estas culturas son:
a) La Democracia:
En
Atenas alcanzó su máxima expresión. Clístenes la diseño a través de la división
del Ática en diez Demos, especie de circunscripciones electorales, en donde las
dos clases sociales fuertes de Atenas, la nobleza y el campesinado, se encontraban
en igualdad de condiciones políticas. Pericles, posteriormente, consolidó el modelo
gracias a una serie de reformas que perseguían generar un equilibrio en la toma
de decisiones. La Democracia Ateniense se basaba en el principio de que sólo el
pueblo era soberano, entendiendo por pueblo al conjunto de los ciudadanos o individuos
con derechos políticos. El concepto
griego de Democracia, fue tomado por los regímenes democráticos modernos;
aunque existen algunos aspectos que los diferencian, como por ejemplo:
1. La Democracia Griega fue
directa (favorecida por la pequeñez de las Polis), nuestra democracia es
representativa.
2. La Democracia Ateniense fue
aristocrática. El demos o pueblo con derechos políticos no pasaba de ser una
minoría dentro de la población, pues las mujeres, los esclavos y los
extranjeros carecían de tales derechos.
3. La Polis era una comunidad que
absorbía al individuo. El ciudadano, antes que padre de familia y hombre de
trabajo, era un servidor de la Polis y debía
dedicarse a la colectividad desde
las magistraturas y cargos públicos.
4. La Democracia Helénica fue
esclavista.
b) El concepto de
ciudadanía: En
Atenas la condición fundamental para participar en política era ser ciudadano
(a partir de los 20 años y haber nacido en Atenas). Así, la ciudadanía
equivalía a ser miembro de la comunidad política y al disfrute de derechos y cumplimiento
de obligaciones. En la Atenas de Pericles, se requería además estar inscrito en
un demos o municipio y en una fatría, un tipo de organización político-religiosa
de ciudadanos atenienses. En Roma era imprescindible que todo ciudadano se inscribiera
en las listas del censo. Con el tiempo la ciudadanía dejó de estar
necesariamente vinculada al
nacimiento, y podía concederse a una persona de otra comunidad, por ejemplo,
para premiar servicios prestados. En Roma se solía conceder la ciudadanía a los
oriundos de una provincia que hubiera desempeñado servicios a Roma.
c) El Ideal de
República Romana: Con
la expulsión del pueblo Etrusco el año 509 a.C., la nobleza romana estableció
la República, concepto que significa Estado libre gobernado por magistrados
electos o Gobierno ejercido por el pueblo o sus delegados. En sus comienzos, la
República Romana fue muy semejante a la Polis o Ciudades-Estados de los
griegos, tanto por su reducido territorio y escasa población, como por su forma
aristocrática de gobierno. Los romanos la llamaron Civis o Ciudad. Sólo los Patricios
formaban el Pueblo Romano, es decir, eran los únicos que poseían los
derechos de ciudadanía, que
permitían actuar en el gobierno. Posteriormente se introdujeron los Plebeyos
quienes lograron colocar un representante dentro de la estructura republicana,
el Tribuno de la Plebe quien defendía los intereses de esta clase ante el resto
de las magistraturas romanas. La República Romana reunía lo mejor de los tres
poderes conocidos; Monarquía, Oligarquía y Democracia. Armonizaba los intereses
de sus miembros a través de una tríada institucional de poder dada por las Magistraturas,
el Senado y los Comicios.
d) El Derecho
Romano: El
Derecho Romano, el ius, es sin duda alguna, el legado más importante que nos ha
transmitido Roma. Bajo su forma definitiva (el derecho de Justiniano), ha sido
estudiado en toda Europa desde el siglo XII. Ha influido en la mayor parte de
los derechos modernos, especialmente en el Código Civil Francés (1804) y en el
Código Civil Alemán (1900). El derecho característico de la fase monárquica de
la historia romana fue oral, lo que se llama derecho consuetudinario. El primer
cuerpo legislativo escrito, es decir positivo, fue la Ley de las XII tablas
(establecida hacia 450-449 a. de
C.) por diez magistrados, los decenviros. La Ley de las XII Tablas, contenía
las disposiciones relativas al procedimiento, al poder del Pater familias
(padre de familia) y, sobre todo, a las sanciones de delitos y crímenes. Con el
paso del tiempo este registro se fue complementando con otros tipos de leyes y compilado
por el emperador bizantino Justiniano.
e) Las Lenguas
Antiguas: Los
griegos fueron el primer pueblo Europeo en usar un alfabeto. La principal
ventaja del alfabeto sobre la escritura con ideogramas, es que con los signos
del alfabeto, las letras representan los sonidos de las palabras y se necesitan
muchos menos signos que en la escritura ideográfica. Cuando Roma, a partir del
siglo I a. de C., llegó a crear un gran Imperio, y extendió su cultura, el
vehículo transmisor de esa cultura fue la lengua latina hablada por el pueblo,
el latín vulgar, pues la mayoría de los colonizadores romanos eran militares,
comerciantes y agricultores, esto es, gente de baja condición social. A la
labor cultural llevada a cabo por Roma en las tierras por ella conquistadas se
le conoce con el nombre de
romanización. La consecuencia más
inmediata de la romanización fue el desarrollo de una serie de lenguas
derivadas del latín y conocidas como lenguas romances. Entre éstas se cuentan:
el francés, el castellano, el catalán, el gallego, el portugués, el italiano,
el sardo, el romance y el rumano.
f) Ciencia y
Técnica en el Mundo Clásico: En contra de lo que pudiera parecer, también
en el mundo clásico hubo ciencia, si con esta palabra aludimos a un tipo de conocimiento
de la realidad preciso, riguroso y metódico, basado no ya en los sentidos, sino
en la razón. No obstante, no cabe duda de que la ciencia, tal como hoy se entiende,
es un fenómeno relativamente reciente, surgido, en concreto, en el siglo XVI, como
una de las manifestaciones más palpables del período que conocemos con el nombre
de Renacimiento. Los principales aportes del período fueron: las matemáticas, la
astronomía y la física.
Los Griegos
Los romanos llamaron «griegos» a
los habitantes de la antigua Grecia. Ellos se llamaban a sí mismos «helenos» y
con el nombre de «Hélade» conocían los territorios por ellos ocupados, que
formaron, excepto en la época de Alejandro, una comunidad cultural de ciudades
independientes.
Etapas de la
Historia Griega
La Edad Arcaica
(siglos VIII-VI a.C.): Los habitantes de las «polis» (ciudades) hablaban
dialectos de una lengua común, poseían tradiciones comunes y vivían, fundamentalmente,
de la agricultura. Unos pocos terratenientes, poseían la mayoría de los
terrenos cultivables. La necesidad de encontrar nuevas tierras, el aumento demográfico
y los conflictos sociales de muchas de estas ciudades, llevaron a sus pobladores
a fundar otras nuevas «<colonias» en el Mediterráneo occidental y en las costas
del mar Negro. En el siglo VII a. C. aparecieron los legisladores, que
establecen
leyes iguales para todos los
ciudadanos, y los tiranos, que fomentan la industria, el comercio y una
agricultura más eficaz.
La Edad Clásica
(siglo V a.C.): A
comienzos del siglo V a.C., los persas invadieron las ciudades helénicas del
Asia Menor. Muy pronto, las demás ciudades del continente formaron una
federación militar, dirigida por Esparta y Atenas, contra el poderoso ejército
persa, iniciándose las llamadas «Guerras Médicas». El 479 a.C., los persas fueron
derrotados. Persia renunció, temporalmente, a sus pretensiones y los helenos lograron
unificar sus fuerzas. Del 443 al 429 a.C., Atenas, centro económico, militar y cultural,
vivió su «siglo de oro» bajo el mandato de Pericles, imponiendo su hegemonía
en la Hélade y siendo, junto a
Cartago y Roma, una de las ciudades más importantes del Mediterráneo. Pronto,
varias ciudades pretendieron liberarse del poder ateniense, acaudilladas por
Esparta y apoyadas por Persia, iniciando así las llamadas «Guerras del Peloponeso»
(431-404 a.C.), que terminaron con el reconocimiento de la supremacía de
Esparta. Pero los continuos enfrentamientos hicieron tambalear la estructura
social y económica de las «polis». Mientras tanto, Macedonia, reino influido
por la cultura helénica, aunque no heleno, se había dotado de una potente
economía y un ejército disciplinado. La batalla de Queronea (338 a.C.), supuso
la victoria de Macedonia sobre las ciudades helénicas.
El Helenismo
(siglos IV-I a.C.): Desde
el comienzo de su reinado, Alejandro de Macedonia pretendía someter
definitivamente el Imperio Persa y helenizar todo el Oriente. En el 335 a.C.,
dominó la península Helénica. Tras una serie de importantes campañas (335-331
a.C.), arrasó Persépolis. sometiendo el Imperio Persa. Del 327 al 325 a.C.,
avanzó hacia el Oriente, llegando hasta el río Indo, formando el imperio más extenso
de la historia antigua. Aclamado como un dios, murió en Babilonia, cuando regresaba
a Macedonia, en el 323 a. C. El imperio de Alejandro quedó definitivamente
dividido en tres grandes reinos:
Macedonia, Egipto y Seleucia.
La Sociedad
griega
Los helenos vivían en ciudades
independientes, cada una de las cuales tenía sus características propias, que
evolucionaron a lo largo de los siglos. Sin embargo, su estructura social era
similar: la diferencia entre ciudadanos y no ciudadanos, una gran desigualdad
económica y la existencia de esclavos, eran rasgos comunes en toda la Hélade. En
las primeras ciudades helénicas, una clase aristocrática de terratenientes «eupátridas»
poseía el poder político y económico de la ciudad. Agrupados en «genos» o
familias, reclamaban su descendencia de los dioses para justificar sus
privilegios. Dueños de la mayoría de los terrenos cultivables, arrendaban los
campos a otros ciudadanos más pobres, que debían satisfacer importantes
impuestos. Solamente los
aristócratas eran capaces de
costearse el armamento necesario para las continuas guerras. Las leyes de la
ciudad eran conocidas y administradas sólo por ellos. Pero la aparición del
«hoplita» o infante armado, con un equipo que muchos podían ya costearse, el
aumento del comercio y la especialización de la agricultura, harán que muchos
ciudadanos no aristócratas se opongan a los antiguos privilegios de los eupátridas.
Desde el siglo VII a.C., los ciudadanos griegos no se dividen ya en aristócratas
y no aristócratas, sino en ricos y pobres, pero con iguales derechos; junto a
ellos había una gran masa de esclavos y extranjeros. El conjunto de habitantes
de una «polis» podía dividirse en ciudadanos, esclavos y extranjeros. División
a la que era necesario, siempre, añadir la diferencia de riqueza. Todo aquel
que era hijo de ciudadanos libres de la «polis» era considerado ciudadano heleno
y gozaba de todos los derechos en la ciudad. La mayoría de los ciudadanos eran campesinos
y ganaderos, y adquirieron una participación cada vez mayor en el gobierno de
algunas ciudades. Debían tomar parte en las guerras y participaban en los juegos
deportivos y en las fiestas religiosas de la Hélade. El derecho de ciudadanía
era muy restringido en la época clásica. Las mujeres no lo poseían aunque
tenían ciertos derechos. Los esclavos
carecían de todo derecho y realizaban los trabajos más duros. En algunas ciudades,
como Esparta, eran muy numerosos. La procedencia de los esclavos era triple:
prisioneros de guerra, adquisición en los mercados orientales o bien ciudadanos
sometidos a la esclavitud por deudas o impuestos impagados. Los esclavos
proporcionaron siempre una mano de
obra barata, que contribuyó decisivamente al apogeo económico y político de
muchas ciudades helénicas. En las grandes ciudades helenísticas, el número de
esclavos aumentó considerablemente. A pesar de su mísera condición, el esclavo
no solía ser maltratado y en las ciudades helénicas vestía como los ciudadanos.
Llamados «metecos», los extranjeros no eran considerados ciudadanos y sus
derechos eran muy limitados. Muchos extranjeros vivían en barrios separados de
las ciudades, desempeñando funciones comerciales e industriales. A pesar de su
segregación, los extranjeros contribuyeron decisivamente al desarrollo
económico de la Hélade y su presencia suponía siempre la aparición de nuevas
técnicas y novedades de otros países. Durante el helenismo, el derecho de
ciudadanía se amplió considerablemente.
Evolución
política de la Grecia clásica
Los rasgos físicos del territorio
griego influyeron en el desarrollo de su estructura política ya que la Grecia
Clásica estuvo dividida en un gran número de Polis o Ciudades-Estados
destacando por sobre las demás Atenas y Esparta. Las Polis se desarrollaron
ocupando pequeños valles situados entre montañas, en territorios reducidos, de
comunicación difícil, por lo que lograron un alto grado de independencia política
y de libertad para gobernarse como ellas determinasen. En el ámbito conómico buscaron autoabastecerse (autarquía)
pero cuando no lo conseguían eran diestros comerciantes. La Polis también tenía
un rol religioso, puesto que creían en la existencia de dioses protectores que
articulaban toda la vida religiosa de la ciudad. A pesar de esta división
política, los griegos siempre tuvieron el sentimiento de pertenecer a una misma
comunidad, la Helénica; unida por el lenguaje (llamaban bárbaros a los que no
hablaban su misma lengua) y por la religión, poseían un panteón religioso
similar; Además se auto reconocían como miembros de una cultura comercial y
marítima. Las Polis siguieron diferentes
estructuras políticas, siendo la de Atenas el modelo clásico a estudiar, la
evolución política de esta Polis fue la siguiente:
Monarquía
Patriarcal: Existía
un rey llamado Basileus, quien era juez, jefe de guerra y sacerdote. Se
asesoraba por el Areópago, el cual estaba conformado por los jefes de las
familias nobles.
Aristocracia: Superada la etapa
de la Monarquía, se estableció un gobierno aristocrático. Se organizó un
régimen de gobierno colegiado, encabezado por los Arcontes (9), seguidos por el
Areópago (integrado por los ex arcontes) y terminado en la Ecclesia, una
asamblea de terratenientes. Durante este período se agudizaron una serie de
problemas en la Polis especialmente el endeudamiento y el acceso a la tierra. En
parte estos problemas se intentaron solucionar a través de migraciones
alrededor del mediterráneo período conocido como de Colonización griega.
Los Legisladores:
En
el año 624 a.C., Dracón codifico la ley, limitando los abusos de la
aristocracia en contra del pueblo. En el año 594 a.C. Solón dicto una serie de
leyes entre las que se cuentan las siguientes: prohibió la esclavitud por
deudas, liberó a los esclavos por deudas, a los ciudadanos los dividió en
cuatro clases a los que se les otorgo derechos en función de su riqueza. Creo
la Bulé o consejo de los 400. Organismo legislativo que paulatinamente adquirió
las funciones del Areópago.
Tiranía: En el año 561 a.C.
se establece la Tiranía. En medio de una serie de conflictos sociales,
Pisístrato, jefe del partido popular se apoderó del gobierno, constituyéndose en
un tirano. El Tirano, señor con poder absoluto, término que al comienzo no
tenía connotación negativa, se apoya en el pueblo para arrebatar violentamente
el poder a la aristocracia. Su objetivo: Favorecer las condiciones de vida del
pueblo bajo. En el gobierno de Pisístrato se favoreció el cultivo de la vid y
el olivo y fortaleció la marina ateniense.
Democracia: En el 508 a.C.
Clístenes crea un nuevo sistema político conocido como Democracia. Dividió a la
población en 10 tribus o demos las cuales participarían directamente en la
acción política. La Constitución democrática de Clístenes estableció que cada año
10 ciudadanos eran elegidos Estrategas lo que los convertía en jefes del ejército;
que cada año 500 ciudadanos eran sorteados para participar de la Bulé; que cada
año 6000 ciudadanos, eran sorteados para participar como jueces; todos los ciudadanos
forman parte de la Ecclesia: Elegían a los magistrados, discutían y votaban leyes.
Entre el 444 y el 429 a.C., Pericles ocupó el cargo de Estratega, profundizo el
sistema democrático, lo hizo realmente efectivo, consagrando el principio de la
igualdad ante la ley y de los
derechos políticos. Bajo su mandato Atenas se convirtió en la Polis más
importante de la Hélade y organizó el imperialismo ateniense. La otra Polis que
se toma como punto de referencia es la de Esparta, en parte porque representa
lo contrario a lo que significó Atenas. Esparta fue la Polis aristocrática, militarizada
y conservadora por excelencia. Alcanzó el dominio de la Hélade luego de haber
derrotado a los atenienses en la guerra del Peloponeso (429-404 a. de. C.). La organización
social y política espartana se explica por la situación de desventaja numérica
en la que se encontraban, en efecto la hegemonía que ejercían sobre la zona de
Laconia al sur del Peloponeso y en particular sobre los llamados Ilotas
(habitantes
originarios de Laconia), era
difícil de mantener ya que los Espartanos constituían el 7% de la población que
ocupaba dicha zona. Para enfrentar esta situación se fortalecieron militarmente
logrando mantener inalterable su dominio en este territorio. La tradición
atribuye al legislador Licurgo la estructura política de Esparta. Los órganos de
gobierno se encontraban muy estructurados: dos reyes, procedentes de las
familias aristocráticas, representaban el poder de la ciudad; un consejo de
«éforos» o altos magistrados asistía a los reyes en las tareas más importantes;
una asamblea ejecutiva
o «Gerusía», compuesta por 28
ancianos, aconsejaba a los reyes y a los éforos; finalmente, la Asamblea o
«Apella» de ciudadanos libres, que tenía sólo un carácter consultivo y no
decidía ningún asunto. Esta rígida estructura de gobierno, mantenía la desigual
estructura social, dando lugar a multitud de leyendas sobre el rigor de la sociedad
espartana.
La Cultura Griega
La cultura helénica constituye uno
de los momentos más brillantes de la civilización occidental. Una cultura
construida sobre una sociedad desigual, que estaba hecha a la medida del hombre
y que consideraba a la razón y a la belleza como sus objetivos más importantes. Los niños helenos aprendían a leer en los
poemas de Hornero. La Ilíada y la Odisea describían las bases de la cultura
helénica: sus costumbres, su orgullo, sus dioses, que eran compartidos por
todos los helenos. Los dioses y los héroes eran hombres y mujeres que se
comportaban como personas ordinarias, pero nunca morían. Vivían
siempre jóvenes y bellos en el
legendario Olimpo. Agrupados en familias, con complicadas relaciones entre
ellos, cada uno de los dioses representaba alguna de las más importantes
actividades humanas. Muchas de las ciudades se encontraban bajo la protección
de uno de los dioses, a quien veneraban en los templos de sus acrópolis (Atenea,
diosa de la sabiduría, protegía a Atenas); algunos santuarios, como el de Zeus
en Olimpia y el de Apolo en Delfos, eran sede de cultos comunes a todos los helenos.
Periódicamente se celebraban competiciones deportivas y certámenes musicales y
poéticos, como los Juegos en Olimpia. Desde el inicio de su historia, la Hélade
contaba ya con el alfabeto que permitió registrar la palabra hablada en obras
literarias y científicas de extraordinario valor. En el siglo VIII a.C., Homero
y Hesíodo escribieron los libros poéticos que fundaron la cultura y las
tradiciones helénicas. En las ciudades de Asia Menor se inició en los siglos VII
y VI a.C., la primera poesía lírica de Occidente. El siglo V a.C. verá el mayor
invento literario de los helenos:
el teatro. Originado como parte del culto a Dionisos, pronto se convirtió en
una actividad de creación cultural y en instrumento de educación política. El
teatro permitía construir, de modo artificial, todo un mundo sobre el escenario
y representar sobre él los aspectos esenciales de la vida humana, sus alegrías,
su dolor y sus pasiones. Esquilo, Sófocles y Eurípides crearon las grandes tragedias
clásicas. Y junto a la poesía y el teatro, los griegos escribieron su historia:
Heródoto, Tucídides, Jenofonte fueron los primeros historiadores de Occidente. El
desarrollo del comercio y de la industria, el contacto con otros pueblos
orientales y el valor concedido siempre por los helenos al diálogo, harán de
algunas ciudades
helénicas la cuna del modo de
pensar occidental. Un modo de pensar que utilizaba razones y argumentos y que
valoraba la razón como la más valiosa posesión del hombre. Platón y Aristóteles
fueron grandes filósofos que, desde la Hélade, iniciaron todos los grandes
temas del pensamiento occidental. La filosofía se continuó con la investigación
en otras áreas del saber: matemáticas, astronomía, ingeniería, geografía, etc.
El Estado Romano
Roma, pequeña ciudad del Lacio, va
a unificar Italia bajo su autoridad, a abrazar la Civilización Griega y a crear
un nuevo tipo de cultura, la Cultura Greco-Latina, que se difundirá luego, por
medio de la Conquista de todos los rincones del mar Mediterráneo. Los romanos
crearon el más organizado de los Imperios de la Antigüedad. En sus orígenes,
Roma fue una pequeña ciudad-estado, organizada bajo una Monarquía. Más tarde se
convertiría en un Estado territorial con dominio sobre toda la Península
Itálica, organizada bajo un nuevo sistema político llamado República,
posteriormente en su
fase expansiva, dominando toda la
cuenca del Mediterráneo se transformará en un extenso Imperio. El Imperio
Romano se ha constituido en la matriz, de casi todas las grandes nacionalidades
de la Europa moderna. Es fundamental si queremos entender la historia Romana no
perder de vista ésta evolución, que si bien es esencialmente política, explica
las transformaciones vividas por ésta cultura en los otros ámbitos de su
quehacer como civilización.
Roma fue fundada, según la
tradición. el 753 a.C. Su poder se acrecentó desde el 615 a.C., cuando la
ciudad fue dominada por reyes etruscos, pero los conflictos sociales y el deseo
de un mayor protagonismo de los aristócratas provocaron la caída del último rey
etrusco. El 509 a.C. se estableció en
Roma una república aristocrática. Una serie de pactos con las ciudades etruscas
y la formación de un poderoso ejército contribuyeron a que, el 272 a.C., Roma
sometiera toda la Península italiana. La expansión romana debía enfrentar la
influencia de Cartago. Tres guerras, llamadas Púnicas, terminaron con la
aniquilación de Cartago el 146 a.
C.
La sociedad
romana
La sociedad romana mantuvo durante
toda su historia la división entre patricios, plebeyos y esclavos. Los patricios
y plebeyos eran ciudadanos libres, con derechos reconocidos. Los esclavos, muy
numerosos, se encontraban en la base de la estructura social y eran la clase
más desposeída. Los patricios detentaban los máximos privilegios de la sociedad
romana. Durante la monarquía se agrupaban en 100 familias, cada una de las
cuales tenía un nombre
común y reconocía a un dios como
antepasado. Constituían el pueblo «populus», frente al conjunto de ciudadanos
libres, no aristócratas de nacimiento, que formaban la plebe «plebs».
Posteriormente, los patricios se dividieron en dos grupos: los caballeros, que participaban
en la guerra, y los senadores, que ocupaban cargos políticos. Su predominio
social se mantuvo siempre, aun cuando su poder político disminuyó durante el
Imperio.
Los plebeyos eran hombres libres
no aristócratas, enfrentados a los patricios durante toda la historia de Roma.
Durante la República, muchos plebeyos enriquecidos se convirtieron en nobles,
cuando la riqueza, y no sólo el nacimiento, llegó a ser un signo de poder. La
nobleza de origen plebeyo tuvo un gran protagonismo en el Imperio y llegó a
acumular grandes bienes procedentes del comercio y de la explotación de los latifundios.
Muchos plebeyos pobres se acogían a la protección de un noble, al que consideraban
su patrono, y se convertían así en clientes de un aristócrata, que veía
aumentado su prestigio con
semejante relación. Tras las Guerras Púnicas, muchos pequeños propietarios
plebeyos quedaron arruinados y engrosaron el número de clientes (muy pobres,
sólo tenían como posesión a sus hijos, la prole), o bien pasaron a formar parte
del ejército. A partir del siglo III d. C., muchos campesinos que no podían
pagar las deudas, quedaban totalmente sometidos a su señor y debían trabajar sus
campos durante toda su vida: eran los colonos. Los esclavos, desposeídos de
todo derecho, eran considerados propiedad absoluta de sus señores. Constituían
la clase más baja de la sociedad y su trabajo, dedicado a las tareas más duras
y miserables, era la base de la economía. Los esclavos procedían de cuatro
fuentes diferentes: los prisioneros de guerra, los ciudadanos que no pagaban sus
deudas y eran condenados por los tribunales a la esclavitud, los esclavos comprados
en los mercados orientales, y, por último, los hijos de los esclavos. Desde el
siglo I d.C., por influencia del cristianismo, la condición de los esclavos
pareció
suavizarse. Muchos fueron
liberados y desempeñaron tareas artesanales y comerciales. Durante el siglo II
d.C., el 80 por ciento de los ciudadanos del imperio descendía de antiguos
esclavos. Nada de la historia de Roma puede entenderse sin considerar la situación
de los esclavos, cuyo trabajo barato suponía, sin embargo, una peligrosa competencia
para el trabajo de los agricultores y los artesanos libres.
La economía
Limitada inicialmente a la
agricultura y la ganadería, la ciudad de Roma alcanzó relativa importancia
económica gracias al control de las salinas del Tíber y al comercio con
etruscos y griegos de la península. Pero desde el siglo II a.C., Roma fue la verdadera
capital económica del mundo antiguo, cuyos grandes beneficios tenían en su base
el trabajo de los esclavos. La ganadería, fuente de gran riqueza, fue
monopolizada durante la monarquía por los
patricios. La agricultura era
considerada actividad de plebeyos; cereales, viñedos, algunas legumbres y
frutas (a las que los romanos eran muy aficionados) eran los cultivos
principales. Tras las Guerras Púnicas, y la consiguiente ruina de los pequeños propietarios,
se formaron grandes latifundios agrícolas, trabajados por esclavos. Aun cuando
no desarrollaron grandes innovaciones materiales, los romanos empleaban abonos,
una rudimentaria rotación de cultivos y el barbecho. La tendencia a la concentración
de la propiedad y la presencia de grandes terratenientes fue progresiva durante
el Imperio, algunas de cuyas provincias alcanzaron un alto desarrollo agrícola.
La industria romana fue poco innovadora, pero aprovechó las técnicas y las
riquezas de los territorios conquistados. Para la economía romana tuvo una gran
importancia la explotación de minerales en Hispania, Britania y Galia. Uno de
los aspectos más importantes de la industria romana fue la construcción de
grandes obras públicas, en las que se empleaba una especie de hormigón y
avanzadas soluciones de ingeniería. Desde el inicio de su historia, Roma
desarrolló una importante actividad comercial, inicialmente desempeñada por
patricios «caballeros» y luego protagonizada por plebeyos enriquecidos y
esclavos libertos, que llegaron a poseer grandes fortunas. A la
expansión del comercio contribuyó
la incesante construcción de calzadas, que unían la capital con las provincias.
El comercio marítimo recibió un gran impulso durante el Imperio: todo el
Mediterráneo, el mar Rojo y parte del Atlántico eran surcados por flotas
comerciales) romanas, amenazadas constantemente por los piratas. Alejandría y,
sobre todo, Ostia, el puerto de Roma, eran centros comerciales de primer orden. Durante la República, se preparaba cada cinco
años un presupuesto estatal, que era controlado por el Senado. Funcionarios
especializados «publicanos» se dedicaban a
recaudar impuestos en Roma y en
las provincias. Durante el Imperio, el emperador recaudaba los impuestos
mediante una complicada burocracia oficial.
Junto a la economía del Estado, se
desarrollaron cada vez más las formas de intercambio comercial privado. La
existencia de establecimientos parecidos a los bancos era ya común en la
República, así como la posibilidad de realizar complicadas operaciones
bancarias y giros de dinero entre las ciudades más importantes.
Las Instituciones
políticas
Durante los primeros siglos de su
historia, Roma creó las instituciones políticas que, con cambios, perdurarían
casi mil años. La monarquía etrusca era una especie de república aristocrática.
Un Senado de 300 miembros, que el mismo rey elegía entre los jefes de las familias patricias, tenía como
funciones guardar las tradiciones y prestar consejo al rey. Junto al Senado,
existía la «Asamblea curiada», formada por el «pueblo» de patricios, divididos
en secciones o «curias». Esta Asamblea, en la que no intervenían los plebeyos,
aceptaba el nombramiento de los reyes, votaba las leyes y
desempeñaba funciones judiciales y
religiosas. Tres fueron las instituciones de gobierno fundamentales durante la
República: las altas magistraturas, el Senado y los comicios. La lucha de los
ciudadanos plebeyos por tener mayor protagonismo político fue constante y lo
consiguieron parcialmente desde el
siglo II a.C. Los «magistrados»
sustituían el poder de los reyes, ejerciendo el poder ejecutivo, político y
religioso. Quienes aspiraban a la magistratura, debían preparar una campaña
electoral para su elección en los comicios.
Una serie de asambleas o comicios, que reflejaban la división social,
reunía a los
ciudadanos. Tres eran los
principales:
1) los comicios curiados, formados
por los más antiguos patricios, tenían funciones religiosas y recordaban los
tiempos de la monarquía;
2) los comicios centuriados, organizados según
el censo de ciudadanos, se distribuían en «centurias» según la riqueza de la
familia, elegían los magistrados y votaban ciertas leyes;
3) los comicios tribunos, máximo
órgano de la soberanía popular desde el siglo II a. C., votaban la mayoría de
las leyes. El Senado máxima autoridad de la República, representaba el poder
político permanente, frente al poder temporal de los magistrados, ya que los
senadores ejercían su cargo toda la vida. El Senado era un órgano consultivo
que inspeccionaba las finanzas públicas y controlaba la política exterior.
El Imperio (27
a.C. – 476 d.C.)
Durante los siglos II y I a.C., la
progresiva desigualdad social, la continua lucha entre patricios y plebeyos y
el poder creciente de algunos generales minaron las instituciones republicanas.
La revuelta protagonizada por los hermanos Graco (133-121 a.C.), exigió una
radical reforma agraria contra los grandes terratenientes. Los enfrentamientos entre
Mario y Sila, dos cónsules que representaban el poder popular y el
aristocrático tuvieron lugar del 88 al 82 a.C. y la lucha entre los generales
Pompeyo y Julio César (49-44 a.C.) puso el mando de la República en manos de
una serie de triunviratos de
militares. Uno de los triunviros,
Octavio, tras conquistar Egipto, concentró todo el poder republicano en su persona.
El 27 a.C., el Senado concedió a Octavio el título de Augusto, lo que significó
el fin de la República. Del 40 a.C. al 2
d.C., Octavio Augusto reunió en su persona todos los poderes de las
instituciones republicanas. Asumió
estos cargos y poderes de forma vitalicia, para él y sus sucesores, iniciando
así el gobierno imperial, altamente centralizado. Las antiguas instituciones
republicanas sólo tenían ya un valor simbólico. El emperador contaba con una
oficina en la que se despachaba la correspondencia oficial, se revisaban los asuntos
económicos, se recibían las quejas judiciales, y cuyos responsables ejercían una
gran influencia en los asuntos de gobierno. Un consejo privado, elegido por el emperador
entre sus altos funcionarios, sustituía al Senado. Una estructura semejante
de poder centralizado se repetía
en el gobierno de las grandes provincias. Octavio Augusto estableció las
fronteras del Imperio en el Rhin y el Danubio. Bajo su principado nació Jesús
de Palestina. Los emperadores de la dinastía Julio-Claudia (Tiberio, Calígula,
Claudio y Nerón) asentaron las instituciones imperiales. La dinastía Flavia
(69-96 d. C.) consiguió cierto auge económico y el sometimiento de germanos y judíos.
Pero fue durante la dinastía de los Antoninos (96-192 d. C.) cuando se llegó al
apogeo del Imperio: Trajano (98-117 d. C.), primer emperador hispano, integró definitivamente
las provincias en la estructura del imperio; su sucesor, Adriano (117-138),
también hispano, organizó la burocracia imperial, construyó fortificaciones
fronterizas y viajó por todo el
Imperio. El siglo III se caracterizó por el dominio de los militares, que
imponían sus candidatos al Imperio, por la presencia de emperadores procedentes
de Oriente y por la decadencia social y política. Diocleciano (284-305),
intentó organizar de nuevo el Imperio, dándole la forma de una monarquía
oriental; para hacerlo más gobernable, dividió el Imperio en dos regiones:
Oriente y Occidente, poniendo al frente de cada una
dos augustos con poder político y
dos césares con poder militar. Esta «tetrarquía» mantuvo el poder del Imperio
durante un siglo más. Constantino (306-337), sucesorde Diocleciano, estableció
la capital del Imperio en Constantinopla y reconoció oficialmente el
cristianismo. Teodosio (379-395), fue el último emperador que logró reunir,
bajo su mando, todo el Imperio. A partir
de mediados del siglo V el Imperio de Occidente se disgregó en zonas
gobernadas por pueblos
extranjeros, llamados bárbaros por los romanos. El Imperio de Oriente, sin embargo,
continuó unido hasta el siglo XV.
La cultura romana
Roma impuso un modo de vida común
en todo el Mediterráneo. Sus primeras tradiciones, heredadas de los etruscos y
de los griegos, se vieron pronto transformadas al asimilar las culturas de los
países conquistados. El intercambio de ideas, el uso de una lengua y un derecho
común, la ,exigencia de soluciones prácticas, crearon una rica cultura en el
Mediterráneo, basada en las tradiciones helénicas, que resultó modificada sustancialmente
por el cristianismo al final del Imperio.
La referencia a las antiguas costumbres de Roma fue constante hasta el
apogeo del Imperio. La austeridad y frugalidad eran consideradas cualidades
esenciales. El derecho de ciudadanía siempre llevaba aparejada la obligación de
servir en el ejército, rasgo que cambió cuando se comenzaron a contratar
soldados profesionales y mercenarios. Junto al papel fundamental del ejército
se encontraba el que jugaba la
religión, cuyos dioses más
importantes fueron tomados de los helenos. Los cultos domésticos, propios de
cada familia, se dedicaban al recuerdo de los antepasados muertos «manes» y a
la veneración de los dioses protectores del hogar «ares». La ciudad tenía un
culto público, que era una extensión del culto familiar. Era muy común la
consulta de sacerdotes «augures» y «arúspices» para el pronóstico del futuro.
Desde Octavio, la figura del emperador fue deificada y objeto de culto. Los
territorios conquistados por Roma eran rápidamente sometidos a su dominio político
y económico, aunque se dejaba cierta libertad para el desarrollo de las costumbres
autóctonas. Sometidos como «provincias» (unas «senatoriales», otras «imperiales»,
según su importancia estratégica y económica), repetían la estructura y costumbres
esenciales de Roma, a la que solían estar unidas por un eficaz sistema de
calzadas. Este hecho produjo una
uniformidad cultural en todo el Mediterráneo, especialmente durante el Imperio.
Roma mantenía así su poder y, al mismo tiempo, se enriquecía recibiendo las
aportaciones de culturas muy diferentes. El latín, lengua influida por el
etrusco y el griego, adquirió forma literaria en el siglo III a.C. Las
conquistas romanas lo impondrían como lengua común y, ya en el Imperio, se convirtió
en un importante vehículo de comunicación y poder en todo el Mediterráneo, aunque
siempre fue signo de cultura para los romanos el contar con maestros griegos y
entender el griego.
No obstante, pronto se desarrolló
una importante literatura latina. Cicerón (106 a.C.-43 a.C.) fue el gran autor
durante la República, con una amplia obra, en la que destaca la calidad de su
oratoria. Pero el siglo de oro de la literatura latina fue el siglo I d.C.: Ovidio,
Virgilio y Horacio se cuentan entre los mayores poetas de la antigüedad; Tito Livio
escribe una historia novelada de Roma y Tácito describe los hechos más importantes
del pasado romano, con consideraciones morales. Desde el siglo III d.C. comenzó
a aparecer la literatura del cristianismo, que presentaba los valores de la nueva
religión y sus problemas, para implantarse en el Imperio Romano frente a cultos
y tradiciones muy diferentes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario