martes, 29 de mayo de 2012

Edad Media


EDAD MEDIA

Los Pueblos Germanos crean Europa

La presión que los pueblos germanos ejercieron sobre las fronteras del ImperioRomano, durante varios siglos, tuvo como consecuencia la fusión de la cultura aportada por estos pueblos con la existente en el mundo romano. Conocer cómo se

produjo esta incorporación cultural ayuda a comprender nuestra cultura actual, ya que en este hecho se pueden encontrar las bases de la civilización europeo-occidental.  Los pueblos germanos, llamados por los romanos «bárbaros», procedían del norte de Europa y fueron descendiendo, en sucesivas oleadas, hacia el Sur. Poco a poco, se situaron en los bordes exteriores del Imperio Romano. Estos pueblos tenían una organización muy diferente a la del mundo romano. Constituían pequeños grupos o tribus mandados por un jefe militar que era nombrado por una asamblea de guerreros.  La tribu se gobernaba mediante la costumbre, convertida en ley. Estos pueblos se  dedicaban fundamentalmente a la agricultura y a la ganadería, y apenas conocían la artesanía.

Sus creencias se fundaban en la adoración a las fuerzas de la naturaleza y sus  santuarios estaban en el fondo de los bosques. El dios Wotan recibía en el paraíso (Valhalla) a los guerreros muertos en combate. Durante bastante tiempo, germanos y romanos convivieron con relativa calma, pero en el año 476 d.C. invadieron Italia y el último emperador romano fue depuesto por Odoacro, uno de los jefes germánicos. Los pueblos germanos se extendieron por los territorios que pertenecían al Imperio Romano de Occidente: Galia, Hispania e Italia y formaron reinos.  En la actual Francia, la Galia romana, se asentaron los francos y constituyeron un extenso reino, cuyo primer rey fue Clodoveo (482-511 d.C.). Este se convirtió pronto al cristianismo y encontró el apoyo de la Iglesia.

Italia fue invadida por los ostrogodos, después de la caída del Imperio. Su rey más importante fue Teodorico, quien instaló su capital en Rávena e intentó imitar las formas de vida y de gobierno de los romanos. Estos pueblos fueron sustituidos más

tarde por otros nuevos invasores, llamados lombardos. La península Ibérica fue el asentamiento de diferentes pueblos desde el año 409. Los suevos, vándalos y alanos permanecieron poco tiempo, pero sometieron al país a continuos saqueos. Los visigodos penetraron en Hispania hacia el año 415, al mando de Ataulfo que actuaba como federado de Roma. A la caída del Imperio Romano, Eurico se consideró como el primer rey visigodo independiente. Alarico fue derrotado por los francos de Clodoveo en Vouillé (507), por lo que tuvieron que instalarse definitivamente en Hispania.

A mediados del siglo VIII, los francos constituyeron un importante reino, cuyo gobierno estaba en manos de los mayordomos, en los que habían delegado su autoridad los reyes francos. Fue uno de estos mayordomos, Pipino el Breve, quien inauguró la nueva dinastía carolingia con la aprobación del papa Esteban II y de los nobles francos. El hijo de Pipino, Carlos El Grande, Carlomagno, coronado rey el año 768, gobernó ya sobre un extenso territorio, y emprendió una serie de campañas de conquista contra sus vecinos: los lombardos de Italia que, por segunda vez, habían invadido las tierras

de la Iglesia, donadas por su padre al Papa; los sajones del Este, dirigidos por Widukind; los musulmanes de la península Ibérica; los bávaros; los ávaros. En el 795, había conquistado todas las tierras situadas entre la antigua Galia y las otras dos

grandes potencias: el Imperio Bizantino y el Imperio Islámico. A partir de entonces, la prudencia aconsejó a Carlomagno iniciar una política de diplomacia con sus poderosos vecinos.

El papa León III le coronó emperador el día de Navidad del año 800. Se convirtió, así,  en el primer emperador de Occidente desde el 476. Aunque el imperio de Carlomagno desapareció pronto (Tratado de Verdún del 843), el título de emperador siguió existiendo en la persona de los reyes alemanes. Fue el llamado Sacro Imperio Romano Germánico, que renació con la dinastía de los Otones (Otón I el Grande).



La obra de Carlomagno

La preocupación de Carlomagno por organizar sus extensos dominios y por el desarrollo cultural de su pueblo, fue constante. Para hacer llegar su presencia a los lugares más remotos, nombró a los missi dominici, “emisarios de su señor”, que actuaban en su nombre. Fijó las fronteras del reino con la creación de marcas, al frente de las cuales estaban los marqueses, y dividió el territorio en condados, en los que el conde era el lugarteniente del rey. En el 794, hizo de Aquisgrán la capital del reino. Su preocupación intelectual le llevó a reunir en la corte a sabios y poetas. El inglés Alcuino de York dirigió la escuela del palacio, a la que asistían los hijos del emperador y los funcionarios de la corte.


El Cristianismo

La difusión del Cristianismo comienza al interior del Imperio Romano. Hitos importantes en este evento son el Edicto de Milán (313) promulgado por Constantino quien establece la tolerancia religiosa en el Imperio Romano y el Edicto de Tesalónica (380), del emperador Teodosio quien con su edicto proporcionó las bases suficientes para que el cristianismo emergiera como religión oficial del Imperio. Con esto el paganismo comenzó a ser perseguido y la Iglesia pasó a participar en los asuntos públicos del poder temporal. Este fue el primer paso para que el cristianismo terminará siendo determinante en la conformación religiosa y cultural de Europa y logrará que su visión del mundo fuera el elemento unificador de la Europa medieval. Luego de la caída del Imperio Romano en el 476, Europa se inundo de pueblos paganos de origen indoeuropeo (germanos), posteriormente estos pueblos se convertirán al cristianismo gracias al ímpetu evangelizador de la iglesia, por lo que pese a sus desiguales desarrollos posteriores compartirán una cosmovisión común basada en su fe cristiana.

El monaquismo, se constituyó en el fenómeno más interesante de expansión y difusión  del Cristianismo al mismo tiempo fue una de las principales herramientas para la conversión de los paganos. Introducido desde Oriente a partir del siglo V, sin atenerse a una regla o patrón fijo, se difundieron diversos modelos monásticos en la Europa bárbara. Tal es el caso de la conversión del mundo celta irlandés en manos de San Patricio (389-461). Por otro lado San Benito de Nursia (480-547), en el 529 fundó el

monasterio de Casino, donde escribió su regla (534), que daría origen al código ético más importante al interior del clero regular, la regla benedictina que preconizaba un estilo monástico comunitario, moderado, práctico, alejado de los modelos ascéticos e individualistas del Oriente y de Irlanda. La comunidad monástica estaba dirigida por el abad, quien asumía las funciones de padre, admitiendo la clientela de campesinos próximos al monasterio. El monasterio se constituía en verdadero polo de atracción de la vida en la época.

El aporte cultural de la Iglesia

Como se ha esbozado este fue un período de gran trascendencia, ya que La iglesia y el cristianismo transportaron los elementos culturales germanos y romanos sincréticamente al Mundo Medieval. Algunos de los legados culturales de la iglesia son:

Las escuelas monásticas y clericales continuaron difundiendo la herencia clásica. Así los monasterios occidentales enfatizarán la educación intelectual sobre la moral como elemento indispensable para el estudio de las Sagradas

Escrituras. De ésta forma, éstas escuelas mezclan aportes literarios con la instrucción moral y religiosa.

La escolástica fue la doctrina filosófica en boga en la Edad Media, que utilizó la razón para entender la teología. La Escolástica sustentaba que la razón no se divorciaba de la fe, pues ambas procedían de Dios. En la construcción de este

movimiento religioso destaco Santo Tomás de Aquino.

Muchas Universidades fueron creadas o protegidas por la iglesia como la de Bolonia en Italia. Las Universidades permitieron el desarrollo de un tipo de enseñanza superior especialmente en teología, medicina, derecho y filosofía.

La arquitectura Románica y Gótica. El Románico surgió en Italia a finales del siglo X. Las iglesias románicas presentaban un aspecto sólido y macizo, en cuyo interior existía una luz de penumbra que reafirmaba la idea de contemplación y recogimiento. El Gótico se desarrollo desde mediados del siglo XII. La expresión clásica fue la catedral, su estructura pretendía simbolizar la fragilidad del ser humano y su relación con Dios.



La importancia política del papado

El clero ocupó un lugar privilegiado en la sociedad medieval, no sólo porque fue la institución más sólida y mejor organizada de la Edad Media sino que también por la riqueza que concentro y por el dominio que tuvo sobre la cultura.

Este poder social también se manifestó en la esfera política, el papado con el paso del tiempo pasó a ser el elemento legitimador del poder temporal de monarcas y emperadores, con lo que consiguió convertirse en un elemento central del juego político. A modo de ejemplo en el año 751 el Papa Esteban II reconoció a Pipino como rey de los Francos a cambio de protección militar. CarloMagno fue coronado emperador por el Papa León III sellando la alianza política entre el poder temporal y el espiritual. Paulatinamente el accionar político de los obispos que estaban diseminados por Europa

se fue acrecentando, iniciándose una serie de disputas con los reyes y príncipes. Ocurrió que en aquellos lugares donde el poder del monarca era más centralizado el accionar de los obispos estuvo subordinado a él, por lo que muchos gobernantes

nombraban personalmente a los obispos de sus dominios. Evidentemente que esta situación afectaba la autoridad Papal, por lo que comenzó un arduo conflicto entre los monarcas y el Papa. ¿Quién debe nombrar a los obispos? Fue en el Sacro Imperio Románico Germánico donde el conflicto entre el poder temporal y el espiritual alcanzó los niveles más álgidos, este hecho que se conoció como Querella de las Investiduras enfrentó al Papa Gregorio VII y al rey Enrique IV. El Papa desconoció la jurisdicción del rey en el nombramiento de autoridades religiosas iniciándose un largo conflicto que terminó resolviéndose por medio del Tratado de Worms en 1122, este estableció que solo la iglesia podía entregar la investidura eclesiástica.

El Islam

Arabia es una península en su mayor parte desértica, habitada hasta el siglo VI por pastores organizados en tribus, que marchaban tras sus rebaños, y por grupos de mercaderes, conductores de las caravanas que atravesaban la península. Fueron estos mercaderes, traficantes de las rutas comerciales entre el Extremo Oriente y el Mediterráneo, quienes iban a iniciar la nueva historia del pueblo árabe. En la ciudad de La Meca, situada en una encrucijada de caminos, establecieron su centro político. El santuario de la Kaaba la convirtió en un centro religioso, al que acudían miles de peregrinos para adorar la famosa «piedra negra», que la tradición árabe asociaba con el judío Abraham. Mahoma (o Mohamed) nació en La Meca, en una familia de mercaderes. En contacto con los judíos y cristianos conoció la Biblia; le impresionó la idea de una vida futura y comenzó a dar forma a una nueva religión, el Islam (sumisión a Dios), cuyos seguidores se llamaron musulmanes (creyentes).

Los pobres y los esclavos de La Meca acogieron con esperanza las palabras del profeta, pero los ricos comerciantes temieron por sus negocios, que se desarrollaban en torno a las constantes peregrinaciones. Cuando Mahoma prohibió la adoración de ídolos, los dirigentes de La Meca rechazaron la nueva doctrina. Mahoma tuvo que huir de la ciudad de Medina. Esta huida -la Hégíra-, ocurrida el 16 de julio del año 622, marca la fecha utilizada por los musulmanes como punto de partida de su calendario. Mahoma, se convirtió en el jefe político y religioso de la cada vez más numerosa comunidad árabe-musulmana.

A la muerte de Mahoma en el 632, Arabia era ya, en su mayoría, musulmana. Sus sucesores tomaron el título de califa (sucesor del Enviado de Dios) e iniciaron la expansión territorial. A mediados del siglo VII, Irak, Siria, Persia y Egipto habían sido conquistadas.

Mientras se realizaban conquistas y el botín era abundante, los árabes se mantuvieron unidos. Pero interrumpida la conquista, la anarquía se extendió por el país. Con la llegada al califato de la familia Omeya, procedente de Siria, resurgió el afán expansivo. Los nuevos califas trasladaron la capital a Damasco, en Siria, centro de los países conquistados a los bizantinos. Copiaron de éstos su modelo de organización militar y su administración territorial. Las conquistas Omeyas se dirigieron hacia tres puntos: por el Oeste, conquistaron el Norte de Africa, la península Ibérica y Sicilia; por el Este, consiguieron llegar a la India, y por el Norte, se dirigieron hacia Bizancio, que no pudieron conquistar.

En el 750, una revuelta iniciada en Persia expulsó a los Omeyas del califato. La nueva dinastía de los Abbasidas emprendió la reorganización del territorio y, bajo la influencia persa, el califato Abbasida se transformó en una monarquía oriental, con el lujo y boato propio de estos monarcas. Trasladaron la capital a Bagdad.




La doctrina Musulmana

La religión predicada por Mahoma tuvo una gran difusión entre las gentes sencillas, debido a la fácil comprensión de sus preceptos. Un sólo Dios, Alá, es el dueño del mundo, comunica a los hombres la ley y les dicta su comportamiento. La fe y la sumisión son las bases principales de la religión. Las raíces de la religión islámica hay que buscarlas en el judaísmo y en el cristianismo; la historia de Alá sigue un esquema dado en la Biblia y la preocupación por el juicio final y la salvación pesa también sobre la conciencia musulmana. Mahoma es un profeta como Jesús, Moisés o Abraham. La doctrina está contenida en el Corán, libro sagrado que contiene las predicaciones de Mahoma, recogidas por sus discípulos. Es un conjunto de creencias, obligaciones religiosas, reglas de vida social, etc., que los creyentes deben cumplir. Junto al Corán

hay otro libro, la Sunna, que contiene las vivencias y pensamientos del Profeta. La interpretación del mensaje religioso de estos libros dio origen a la aparición de dos sectas (sunnitas y shiitas) que tuvieron repercusiones políticas al apoyar

respectivamente a los Omeyas y a los Abbasidas. Los siguientes son las normas de conducta que debe cumplir todo musulmán:

Para el Islam es imprescindible orar cinco veces al día, mirando en dirección a la Meca.

El ayuno completo se practicaba en el mes sagrado de Ramadán.

La peregrinación a la Meca había de celebrarse por lo menos una vez en la vida.

La Guerra Santa se entendía como deber colectivo para conseguir que los infieles aceptaran el dominio del Islam. Fuera de la comunidad de creyentes estaban los infieles, quienes tenían dos opciones: la conversión o la esclavitud.

En otro aspecto se consolidaron prácticas cotidianas específicas en torno a la alimentación, como la prohibición de comer cerdo o bebidas alcohólicas fermentadas, y las relativas a la higiene.

La Cultura

Los árabes crearon una notable civilización, que fue capaz de incorporar elementos griegos, persas y de la India los que posteriormente lograron difundir por la península Ibérica y por el norte de África. El árabe se convirtió en la lengua literaria y común del mundo islámico, este fue un proceso relativamente rápido debido a su capacidad para sintetizar aportes culturales complejos y heterogéneos. Así se explica la multiplicación de las traducciones, la fundación de bibliotecas y la divulgación del pensamiento filosófico y científico helénico.

En el plano científico fueron difundidos nuevos elementos del álgebra y trigonometría, como el cero (de origen indio). Consiguieron sustanciales avances en cartografía, medición de meridianos y en el uso del astrolabio. Realizaron nuevas observaciones químicas y médicas. Practicaron la alquimia, desarrollaron la astrología y la magia. Su aporte científico a Europa, entre los siglos VIII al XII, fue particularmente trascendente para la estructuración de la cultura occidental.



El Feudalismo

Durante los siglos IX al XI, el occidente de Europa sufrió una última oleada de invasiones: los musulmanes atacaban por el Sur las costas del Mediterráneo, los normandos invadían las tierras ribereñas del mar del Norte (en 1066 ocuparon

Inglaterra) y los húngaros presionaban en el Este. Aunque estas invasiones tuvieron consecuencias menos graves que las provocadas por los germanos en el siglo V, contribuyeron de modo decisivo a hacer de Europa un mundo de campesinos, y de la tierra la única riqueza. En los señoríos territoriales, o feudos vivía la mayoría de los habitantes de Europa

occidental. El feudo era una gran propiedad constituida por tierras de cultivo, bosques y pastos. Pertenecía a un señor (noble o eclesiástico) y estaba dedicado a la explotación agraria por campesinos en régimen de servidumbre. El territorio del señorío estaba dividido en dos partes:

La reserva, formada por las mejores tierras y explotada directamente por el señor. En ella, se encontraban la vivienda señorial y las instalaciones de uso común: molino, horno, fragua, etc.

Los mansos eran parcelas de terreno, separadas de la reserva, que se entregaban a los campesinos para que las cultivasen durante toda su vida.

La entrega de tierras se hacía mediante un contrato (encomendación) que creaba unas obligaciones personales entre el propietario y el campesino. El señor debía al campesino protección y ayuda en épocas de hambre. El campesino debía entregar al señor parte de la cosecha o del ganado y realizar para él un trabajo personal.. Por este contrato, el campesino renunciaba a su libertad y se convertía en siervo del señor. La entrega de parte de la cosecha o de ganado (censos en especie) se realizaba en fechas determinadas: un cordero en Pascua, pollos en Navidad, etc. Las prestaciones

personales eran jornadas de trabajo en la reserva del señor: cultivar los campos, transportar mercancías, etc.

Los señoríos cultivaban todo lo que necesitaban y el comercio se redujo considerablemente, limitándose a los productos de lujo para uso de los señores y a ciertos productos de gran necesidad, como la sal.

ESTRUCTURA DE UN FEUDO

CASTILLO

TIERRAS  COMUNALES

RESERVA SEÑORIAL

ALDEA

MANSOS



El señorío jurisdiccional, apareció cuando los señores además de tener el control de la producción agraria, obtuvieron de los reyes otros derechos que antes habían ejercido sólo los monarcas. Eran el derecho para administrar justicia en sus tierras; dictar normas o reglamentos para el uso de los molinos y hornos, etc.; estos bienes, que eran propiedad del señor, debían ser utilizados por los campesinos mediante el pago de una tasa. Igualmente el señor cobraba tasas por circular por los caminos o cruzar los puentes de sus territorios. Los beneficios obtenidos de los mansos y el cobro de estas tasas constituyeron las

rentas señoriales. Muchos señores aumentaron sus rentas gracias a la roturación de bosques para crear nuevas tierras de cultivo, a la aplicación de avances técnicos en sus tierras, como el arado de vertedera, el atalaje y el uso de la herradura en los animales de tiro, y a la construcción de nuevos molinos, hornos, caminos, etc. Los campesinos, al solicitar la protección del señor, renunciaban prácticamente a su libertad. Solamente los dispuestos a servir al señor con las armas podían dejar a salvo su libertad personal. Se convertían en sus vasallos: a cambio de su ayuda militar, el señor les entregaba un feudo (tierra) para que viviesen de él y para que sirviera de garantía de la prestación del servicio de armas al que se obligaban. Así, el lazo personal de dependencia, que unía a un hombre con otro, incluía también la propiedad de la tierra, ya que si no cumplía la prestación era desposeído de ella. Este sistema (tierra a cambio de defensa armada, grandes derechos sobre las personas y lazos personales que ligaban a señores y vasallos) fue la base de lo que se ha llamado feudalismo.

                                                    SEÑOR  FEUDAL

•PROTECCIÓN:

ECONÓMICA

MILITAR

         VASALLO        

•AYUDA

•CONSEJO

•PAGO IMPUESTOS

•TRABAJO

LAS RELACIONES FEUDALES

La encomendación o vasallaje era el lazo de unión entre señor y vasallo, que expresaba las obligaciones de ambos. El vasallo debía a su señor fidelidad y dos prestaciones: el «auxilium» o servicio militar, que consistía en acudir con sus

caballeros armados en ayuda del señor cuando éste lo requiriese, y el «consilium» que obligaba al vasallo a acudir a la casa del señor cuando era convocado para aconsejarle y, sobre todo, para participar en la administración de justicia. Con el tiempo, las reuniones se redujeron a tres, que coincidían con las fiestas de Navidad, Pascua y Pentecostés. En definitiva, ambas prestaciones obligaban al vasallo a colaborar en la administración, la justicia y el ejército del señor.

En contrapartida, las obligaciones del señor para con el vasallo eran la fidelidad y la

protección: debía acudir en defensa de su vasallo siempre que fuese injustamente atacado, defenderle en los juicios y garantizarle la posesión del feudo para su manutención. Cuando el vasallo no cumplía, era declarado infiel (felón) y se le

castigaba, si el caso era grave, con la pérdida del feudo. Por el contrario, si el señor no cumplía los compromisos podía ser desafiado, es decir, el vasallo podía retirarle la fidelidad.

El sistema tendió a operar simbólicamente a través de el Acto de Homenaje que consistía en arrodillarse frente al señor y expresar una suerte de plegaria manifestando en ella su deseo de recibir la protección del señor; el acto de fe, juramento de fidelidad ante las Sagradas Escrituras; todo era sellado con el Acto de la Investidura, en el cual el señor investía a su nuevo vasallo, donándole un puñado de tierra u otro objeto que representara la tierra enfeudada. Este nuevo orden de cosas implicó la transformación de las estructuras económicas, políticas y sociales en Europa:

Características Económicas

En materia económica se consolida un sistema autárquico en virtud del cual cada feudo constituye una realidad económica

autónoma e independiente La base económica del feudalismo era la Villa su número variaba y dependía de la extensión del

feudo.

Características Políticas

El poder real se ve reducido frente a los señores, quienes acrecentaban sus atribuciones asumiendo la facultad de

legislar, administrar justicia, acuñar monedas, percibir impuestos, dirigir sus propias fuerzas militares. En este

contexto, se desarrolló una relativa estabilidad política, en la cual se ofrecieron ciertas condiciones de seguridad y paz

Características Sociales

La masa campesina estaba compuesta por los Villanos quienes eran hombres libres, sometidos a un señor. Por otra parte

estaban los Siervos de la Gleba, quienes estaban adscritos a la tierra y prestaban servicios totales al señor. La nobleza estaba

constituida por el Rey, los señores, los vasallos y los caballeros, estos títulos eran de carácter hereditario y se dedicaban

especialmente a la actividad bélica. Una de sus acciones más comunes eran las huestes o cabalgadas, consistían en el asalto

de los dominios de un señor por otro señor, para la obtención de un botín y la captura del propietario para el cobro del

rescate El clero durante esta época jugó un importante rol pacificador. Surgieron movimientos como la Paz de Dios y la

Tregua de Dios, que implicaban el amparo en las iglesias y monasterios de los débiles y desarmados y la detención de la

guerra durante las fiestas y ceremonias religiosas. Las relaciones de vasallaje se fueron haciendo más complicadas, pues un señor podía ser, a su vez, vasallo de otro señor más poderoso, y un mismo vasallo podía tener varios señores, lo que hacía difícil el prestar fidelidad a todos, siendo frecuentes los enfrentamientos entre señores y vasallos.

El comercio y las ciudades en la Baja Edad Media

La Ciudad Medieval tiene orígenes diversos; antiguas ciudades romanas con desarrollo de la actividad mercantil e industrial (Pavía, París); Otras nacieron en sectores aledaños a los monasterios (Malinas, Saint Omer); Algunas surgieron alrededor de

castillos (Gantes) y otras para servir de refugio (Venecia). A finales de la baja edad media estas ciudades van sufrir transformaciones debido principalmente al desarrollo del comercio y a la disminución de la guerra. El dinamismo de la actividad comercial tiene su génesis en las Cruzadas (guerras que emprendieron los católicos para liberar los santos sepulcros en manos de Turcos musulmanes), ya que estas introdujeron en Europa nuevos productos y permitieron la

activación de las ciudades italianas, las cuales, estratégicamente ubicadas, intercambiaron grandes flujos de productos con oriente, los que posteriormente comercializaban en toda Europa Occidental. Del mismo modo, el auge comercial obligó

a muchos señores feudales a colocar ferias en sus dominios, lo que produjo la instalación paulatina de población en esos sectores. En un comienzo las ciudades pertenecieron al señor, pero será a partir del siglo XI que, muchas de ellas, pasaron a la tutela real, con lo cual el rey comenzó a acumular riquezas provenientes de los impuestos, disminuyendo el poder de los señores. El comercio se desarrolló en dos áreas. Por Europa meridional a través del Mar Mediterráneo que se convirtió en la principal vía de intercambio para las ciudades localizadas del norte de Italia como Venecia, Génova, Pisa, Nápoles, Florencia, Milán,

Parma y Palermo. En la Europa Septentrional o el área nórdica, en donde se desarrolló un flujo que se extendía desde el norte de Francia e Inglaterra hasta el mar Báltico. Con el tiempo esta área pasó a convertirse en la Liga Hanseática donde destacaron las ciudades de Brujas, Gante, Colonia, Hamburgo, Bremen, Londres, París, Lübeck, Magdeburgo, etc. En medio de ambas zonas se desarrollaron las urbes de Lyón, Estrasburgo, Nuremberg, Basilea, Augsburg, Lagres, Bar, Troyes, Provins. Además surgieron nuevos métodos comerciales como la moneda y el crédito que flexibilizaron las relaciones comerciales. También se desarrolló una nueva red de caminos, que abandonó el estilo empedrado por vías de tierra. El comercio marítimo era más rápido y se vio favorecido por el uso de la brújula, el astrolabio y por el perfeccionamiento de las construcciones navales, donde destaca la galera, apta para la guerra y el comercio. En este nuevo hábitat urbano, las diferenciaciones sociales se estructuraron en torno a la posesión de riqueza. Los grupos privilegiados estaban compuestos por la nobleza urbana, propietaria de gran parte del suelo urbano y de los campos aledaños a la ciudad, estos grupos desarrollaron el oficio militar y ocuparon los cargos de gobierno. A partir de siglo XI emergen con fuerza los artesanos quienes se organizaron por oficios, desarrollaron paulatinamente un corporativismo formando gremios de acuerdo a la actividad realizada. Estas corporaciones realizaban una producción de calidad y tendieron a estructurarse en jerarquías de Maestros, Oficiales y Aprendices. El grupo más representativo de estas nuevas ciudades eran los Burgueses, quienes van a pasar del último escalafón de la sociedad feudal a puestos de privilegio en el nuevo contexto comercial de fines de la Edad Media.

Los Burgueses se dedicaban al comercio, reciben su nombre por que habitaban los Burgos, emplazamientos aledaños a los feudos, pero que con el esplendor del comercio

con oriente se van a convertir en el eje dinámico de las nuevas ciudades. Son estos burgueses los que a la postre se van a constituir en el nuevo eje social, político y cultural de la nueva época que se avecina. En este nuevo contexto urbano los nuevos sistemas de relaciones económicas, ya no basadas en la tierra sino en el comercio, van a ir estructurando lo que posteriormente va a ser el Capitalismo. Los orígenes del capitalismo hay que buscarlos en el renacer de las ciudades. Dos van a ser los principales promotores del capitalismo por un lado el comercio (que a su vez favoreció la industria y las finanzas) y por otro el Burgués, quién será el típico representante de este sistema económico. Movidos por una nueva moral que no tendrá reparos en fijar al afán de lucro como su principal objetivo, los burgueses organizaran un sistema en donde la acumulación de capital y la inversión serán determinantes. La nueva economía impulsará la creación de la banca, que se transformó en el gran financista de las transacciones que comenzaron a operar, se abrieron sucursales por toda Europa y se crearon nuevas formas de pago como la letra de cambio. Además nacieron otras herramientas que dinamizaron la actividad económica entre los que se cuentan los depósitos en dinero y el crédito.

La Prehistoria

Se le llama Prehistoria al periodo que va desde la aparición del ser humano en la tierra hasta la invención de la escritura. La Prehistoria, al igual que la Historia, trata de la  vida de los hombres en tiempos pasados. Se diferencia de ésta en que no dispone de documentos escritos, por lo que utiliza otras fuentes para recibir información. Son las llamadas fuentes arqueológicas: restos dejados por los hombres, que permiten reconstruir parte de su pasado.

La conformación del primer Ser Humano es fruto de la conjunción de una serie de cambios a nivel físico, biológico y cultural, lo que se conoce como proceso de Hominización. En este proceso el hombre evolucionó desde el Australopitecus hasta el Homo Sapiens, pasando por las fases intermedias de Homo Hábiles y Homo Erectus.  Los primeros restos de homínidos fueron encontrados en África y tienen una  antigüedad de 6 millones de años. Pertenecen al género de los Australopitecus,  cuyas especies más evolucionadas vivieron hasta 3 millones de años atrás. Este  homínido primitivo abandonó la selva, dejando atrás la vida arbórea. Esta circunstancia  le impuso la adopción paulatina de una postura erguida.  Hace 2,5 millones de años apareció el Homo Hábilis, al que se le atribuyen las  primeras herramientas. Un millón de años después comenzó a desarrollarse el Homo Erectus; aparece en África y desde allí se extendió por Europa y Asia. Conocía el uso  del fuego y fabricó las primeras hachas de piedra. Su capacidad craneana es similar a la del hombre moderno, pero sus características físicas (frente aplastada, mandíbula muy grande y prominente) lo separan de la especie humana actual.

Hace unos 100.000 años, apareció en Europa el Homo Sapiens de Neandertal. Vivian en cuevas donde encendían fuego para protegerse del frío glacial. Construyeron lanzas de madera y es posible que utilizaran un lenguaje. Habrían desaparecido hace 35.000 años.  Los primeros restos considerados modernos pertenecen al llamado Hombre de  Cromagnon u Homo Sapiens Sapiens, cuya antigüedad se remonta a unos 40.000 años atrás.

La Prehistoria necesita, al igual que la Historia, de una cronología que le permita medir  las fases de la evolución humana. En este periodo se distinguen dos grandes etapas: la Edad de Piedra, que abarca desde la aparición del hombre hasta el descubrimiento y uso de los metales, y la Edad de los Metales, que se inicia con la aparición de la metalurgia del cobre y continúa en el periodo histórico con el bronce y el hierro.  La Edad de Piedra se puede dividir en dos grandes etapas: el paleolítico y el neolítico.  Durante el Paleolítico el hombre era nómada, se desplazaba constantemente en busca de alimentos, los que se obtenían cazando animales y recolectando frutos y hierbas. El Neolítico parte con el descubrimiento de la agricultura. Este acontecimiento se produjo en forma paralela a la domesticación de animales. Se calcula que los primeros experimentos agrícolas se realizaron hace 10.000 años coincidiendo con el fin de las glaciaciones. La domesticación de plantas y animales generó los mayores cambios sociales experimentados por los seres humanos. En primer término provocó el sedentarismo, el nacimiento de aldeas, de jerarquías sociales, de la división del trabajo, el surgimiento de las ciudades y las primeras civilizaciones.


Las primeras culturas urbanas

Entre el 3.500 y el 3.000 a.C. se produjo una transformación fundamental en algunas zonas del Próximo Oriente y del Valle del Nilo: el abandono de los pueblos pequeños a favor de las ciudades grandes y amuralladas. Los cambios que este hecho ocasionó en la vida de aquellas sociedades fueron tan importantes, que el fenómeno se denominó “revolución urbana”. Cuando una de aquellas ciudades se imponía sobre las demás de su entorno, exigiendo tributos, nombrando gobernadores, etc., comenzaba la gestación de un imperio. Es lo que ocurrió en Mesopotamia y en Egipto.  Las ciudades no eran sólo grandes núcleos de población, sino verdaderos centros de poder, ciudades-estado con características comunes: tenían un gobierno central, fuerte

y organizado (rey, emperador o faraón); se construyeron suntuosos palacios y templos; en su sociedad existían grandes diferencias entre pobres y ricos y ya no eran todos agricultores, sino que se especializaban en trabajos diferentes, existiendo una división del trabajo bastante evolucionada (sacerdotes, artesanos, soldados). Sus economías se basaban en una agricultura de regadío, que proporcionaba muy buenas cosechas, en el pastoreo y en un activo comercio de cereales y objetos de metal.

Los Sumerios fueron los inventores de la escritura, hacia el 3.500 a.C. A partir de  entonces podemos disponer de documentos escritos para conocer el pasado. Los sacerdotes utilizaron para su contabilidad la escritura pictográfica, que consistía en dibujar los objetos e ideas que se querían representar. Más tarde se utilizó una escritura de signos abstractos que se grababan en tablillas de barro húmedo que luego se secaban; las incisiones se hacían con un estilete en forma de cuña, por lo que se llamó escritura cuneiforme. Los que conseguían conocer los signos se llamaban escribas y formaban una minoría privilegiada. A medidos del siglo X a.C., los fenicios simplificaron la escritura al crear 27 signos, con los que representaban todos los sonidos; hay un signo para cada sonido. Es la escritura alfabética, origen de de nuestro alfabeto.  Otro aspecto común a estas culturas urbanas era su idea del mundo, esencialmente religiosa. Cada ciudad tenía sus dioses, tanto más importante cuanto mayor fuera el peso político de la ciudad. Pero junto a esta religión oficial, los ciudadanos tenían dioses personales, y la magia, la brujería y la adivinación eran prácticas corrientes en las ciudades de Oriente.

Mesopotamia

Donde antes se transformaron los poblados rurales en ciudades amuralladas fue en la Baja Mesopotamia, en el país de los sumerios. La región formaba parte de la llanura aluvial creada por los ríos Tigris y Eufrates.  La vida histórica de los sumerios se sitúa entre 3.000 y 1.800 años a.C., y se inicia con

la concentración de la población en ciudades-estado (Uruk, Ur, Lagash) a lo largo del  río Eufrates, Esta forma de organizarse en ciudades-estado perduró toda la  antigüedad. Eran ciudades amuralladas, consideradas en sus orígenes como propiedad  del dios local. El núcleo central estaba constituido por el templo del dios que servía  como lugar de encuentro en las festividades, para el intercambio de mercancías y  como almacén.  La administración de la ciudad estaba a cargo del En, «señor», «sacerdote-rey»; era  jefe religioso, gobernador de la ciudad y administrador de las riquezas. Cuando la

rivalidad entre las ciudades hacía necesaria la existencia de un ejército, se elegía un  jefe guerrero, el Lugal, encargado de la defensa de la ciudad. Con el tiempo, el Lugal  se convirtió en la máxima autoridad y, además de dirigir el ejército, administraba las riquezas, nombraba gobernadores en las ciudades sometidas y tenía a su cargo la  administración de justicia. Así, este líder guerrero -Lugal-, que en lengua sumeria  significa «propietario»,se convirtió en rey-guerrero y asumió los poderes del En. Entre las ciudades sumerias más importantes, la primera que ejerció la hegemonía en el valle fue Kish. Más tarde, el poder político pasó a la ciudad de Uruk, rodeada desde  muy antiguo por una doble muralla de 10 km. Rival de Uruk fue la ciudad de Ur, en

cuyo cementerio real se ha encontrado uno de los más ricos tesoros de la antigüedad.  Los habitantes de las ciudades estaban organizados en clases. Los patesi (sacerdotes),  los funcionarios reales y los ricos propietarios formaban la clase privilegiada (awilum); los obreros, especializados en la fabricación de tejidos, pieles y objetos de metal, y los campesinos eran hombres libres que trabajaban a cambio de un salario (mushkenum) o de una parte de la cosecha. En el último lugar de la escala social estaban los  esclavos, que pertenecían al rey o a un rico señor, pero a los que se les permitía tener

algunos bienes personales. La ciencia y el arte tuvieron un gran desarrollo en las ciudades-estado. Como ya vimos, la escritura empezó en Sumeria con números y dibujos para llevar la administración del templo y de la ciudad. Fueron los sumerios quienes inventaron el sistema de numeración decimal que ha llegado hasta nosotros, y también elaboraron fórmulas para medir la superficie de un campo y la capacidad de un recipiente. Los babilonios crearon el sistema de numeración sexagesimal, basado en el número 60, que hoy se sigue empleando para la división del tiempo y para medir ángulos y arcos.

La organización de las ciudades sumerias, se repitió, con pocos cambios, en el Imperio Babilónico, creado en torno a la ciudad de Babilonia por Hammurabi (siglo XVIII a. C.);  también en el imperio Asirio, en el que destaca la figura de Asurbanipal (siglo VII a.C.), y en el Imperio Persa.

Asiria y Babilonia

La zona interior de Mesopotamia conoció, desde el siglo IX a. C., la existencia de tres importantes imperios con una sólida base agrícola (mantenida por esclavos), un poderoso ejército de tierra y una monarquía centralizada. El imperio asirio, fundado ya en 1800 a.C., alcanzó su máximo poder con la conquista de Egipto, Nubia, Chipre y Palestina a comienzos del siglo VII a. C. En ese momento, Babilonia, una ciudad de gran antigüedad, dominada por los asirios, se independizó. Fue la capital de un imperio que alcanzó su apogeo bajo el reinado de Nabucodonosor. Babilonia fue destruida el año 539 a. C., durante el reinado de Ciro el Grande, quien incorporó estos territorios al Imperio Persa.

Los persas

El fundador del Imperio Persa fue Ciro el Grande (555-529 a.C.), que consiguió unificar  todas las tribus persas y realizar importantes conquistas que extendieron sus dominios hasta Asia Menor. Este vasto imperio fue organizado por Darío I (521-486 a.C.). El poder del soberano era absoluto y se apoyaba en la fuerza de su poderoso ejército. El territorio se dividió en provincias llamadas satrapías, gobernadas por el sátrapa. El arte persa no es original. En realidad, tomó muchos elementos de los pueblos vencidos, especialmente de los mesopotámicos. Al igual que ellos, los persas utilizaron

en sus construcciones el arco y la bóveda, así como los animales fantásticos para decorarlos. Predicada por Zoroastro, la religión persa no exigía sacrificios, templos ni dioses. Sólo una llama ardía permanentemente, simbolizando el triunfo del bien. El enfrentamiento de los persas con los helenos en las Guerras Médicas señaló el comienzo de su decadencia, que culminó con la conquista del Imperio por Alejandro Magno.

Fenicia y Palestina

Un grupo de pequeñas ciudades fenicias independientes, gobernadas por una monarquía aristocrática, alcanzó un gran desarrollo durante los siglos X al VIII a. C. La construcción de rápidas embarcaciones y la posesión de nuevas técnicas de navegación, hicieron de los fenicios los primeros comerciantes de todo el Mediterráneo. Fundaron asentamientos comerciales «<factorías» en las costas de Chipre, Sicilia, Baleares y la península Ibérica. Fueron los primeros en usar el alfabeto, adoptado más tarde por los helenos. Desde el siglo VIII a. C., las ciudades fenicias de Asia fueron sometidas por Asiria.

Hacia el 1500 a. C., un pueblo de nómadas hebreos había ocupado las tierras regadas por el Jordán, al sur de las ciudades fenicias. A ellos se unieron, en el 1200 a. C., otras tribus hebreas procedentes de Egipto. Tras un periodo de confederación tribal, se estableció la monarquía que unificó el pueblo hebreo. En el siglo X a. C., bajo los reinados de David y Salomón, el pueblo hebreo conoció su máximo esplendor: se ampliaron las fronteras, se comerció con los pueblos de la península Arábiga y con la ciudad fenicia de Tiro, y se construyó el templo de Jerusalén. Pero la muerte de Salomón supuso también la división del reino y el inicio de una época de decadencia.  En el 587 a. C., Nabucodonosor destruyó el templo de Jerusalén y desterró a los judíos a Babilonia. Los judíos ya no volverán a ser totalmente independientes. Su religión monoteísta ejercerá una gran influencia en toda la cultura de Occidente.

Cartago

Ciudad fundada por los fenicios de Tiro el 814 a. C., situada en el Norte de África (la actual Túnez), fue uno de los máximos poderes mediterráneos durante los siglos VIIIIII a.C. Una importante flota y un poderoso ejército, llevaron a Cartago a dominar parte del Norte de África, la costa oriental de la península Ibérica y parte de Sicilia. Su sociedad, dominada por aristócratas terratenientes, se veía afectada por continuas tensiones sociales. Cartago combatió durante dos siglos contra Roma por el dominio del Mediterráneo occidental. Fue destruida por los ejércitos romanos el 146 a.C.

El Antiguo Egipto

La historia de Egipto se extiende desde el 3.100 a.C., en que se funda la primera dinastía de los faraones, hasta el 332 a.C., año en que es conquistado por Alejandro Magno, rey de Macedonia.  Para la reconstrucción de su historia, se utilizan dos fuentes básicas: las excavaciones arqueológicas y la escritura jeroglífica. Esta no ha podido utilizarse hasta época reciente, en concreto, hasta el año 1822 en que el arqueólogo francés, Champollión consiguió descifrarla. A partir de entonces, un grupo de historiadores -los egiptólogos se  han dedicado a investigar sobre el pasado de este pueblo: cómo vivían, cómo estaban organizados, cuáles eran sus creencias, etc. Las primeras noticias sobre Egipto nos fueron proporcionadas por un historiador griego, Heródoto (siglo V a. C.), quien dijo: «Egipto es un don del Nilo» y «Los egipcios son los más religiosos de todos los pueblos». Efectivamente, gran parte de lo que conocemos de su pasado, responde a estas dos observaciones del historiador griego. La vida de los egipcios está profundamente marcada por el río Nilo. La economía, la organización social, la religión, el arte, manifiestan la importancia del río, que con sus crecidas fertiliza el rico valle. A ambos lados del mismo, se extiende un inhóspito desierto. Desde muy antiguo, la población se asentó en el valle y vivía de la agricultura. Anualmente, la franja de tierra próxima al río era inundada por las aguas y los fértiles limos que la cubrían proporcionaban muy buenas cosechas. La segunda fuente de riqueza era el comercio: exportaban cereales, vinos y  manufacturas a sus vecinos de Oriente y, a través del Mediterráneo, las naves fenicias transportaban productos egipcios a los países ribereños. A cambio recibían oro, tejidos,  esclavos. Las crecidas del río, que de forma impetuosa inundaban el valle, también originaban catástrofes. Era necesario controlar las aguas, construir presas, canales, drenar las tierras inundadas. La realización de estas tareas exigía enormes costos de mano de obra y de material. Estas circunstancias favorecieron el surgimiento en el valle de un poder fuerte y centralizado que organizara la ejecución de las obras. Aparece así la figura del faraón como dueño absoluto de las tierras y de los hombres. Junto a él, estaban los sacerdotes y los funcionarios, que se convirtieron en la clase privilegiada del país. En la base se encontraban los campesinos y los esclavos, muy numerosos y sin ningún derecho. El ejército no tuvo un papel destacado probablemente porque los egipcios se sentían protegidos por el desierto que les rodeaba. El primer hecho importante de su historia fue la unificación del valle (Alto Egipto) con el delta (Bajo Egipto), que se produjo hacia el año 3.000 a.C. Menes fue el fundador de la primera dinastía de faraones, de las 30 en que se divide la historia del Egipto antiguo. El esplendor de los faraones acabó con los sucesores de Ramsés II (1.301-1.235 a.C.) de la dinastía XIX. A partir de entonces, Egipto fue invadido por pueblos de Oriente: asirios, persas y, finalmente, por Alejandro Magno, que se hizo reconocer faraón. Años después, los romanos harían de Egipto una provincia del Imperio.

Religión Egipcia

Las características físicas del valle del Nilo, el gobierno de los faraones, las obras de arte, la vida y la muerte tuvieron para los egipcios un significado religioso. Los ciclos del Nilo de crecida-fertilidad, sequía-aridez, los cambios climáticos de días calurosos y noches de frío intenso eran para los egipcios resultado del enfrentamiento de los dioses. Set, dios del mal y del desierto, daba muerte a Osiris, dios de la vegetación y de la tierra, momento en el cual empezaba la sequía. Su resurrección provocaba la crecida de las aguas, y la intervención del dios Sol, Amón-Ra, hacía fructificar las semillas. El Sol era la fuente de la vida que durante las horas de oscuridad iluminaba otro mundo igual que el suyo. Junto a estos contrastes de la naturaleza, situaban el existente entre la vida y la muerte. Lo importante para ellos era sobrevivir a la muerte y continuar la vida en el reino de Osiris. La continuación de la vida dependía de la conservación del cuerpo con la misma apariencia para que el ba, que abandonaba el cuerpo al producirse la muerte, pero que regresaba todas las noches, no tuviera dificultad en reconocer a su dueño. Mientras, la otra parte del difunto, el ka, descansaba en la 'tumba, junto con todo

aquello que necesitaba para su segunda vida. Sin embargo, el ingreso en el otro mundo estaba condicionado a un juicio en el que se demostraba el buen comportamiento del muerto: obediencia al faraón y a la ley, sumisión a la voluntad divina. Para ayudarse en el juicio ante el tribunal de Osiris, el

difunto disponía del Libro de los Muertos, en el que figuraban las respuestas que le  permitirían pasar a la otra vida.  Papiro del “Libro de los Muertos”, que representa el Juicio de Osiris

Arte Egipcio

El arte también fue una respuesta a sus creencias religiosas. No había intención de decorar o embellecer, sino más bien la pretensión de reflejar su pensamiento sobre el mundo, la vida y la muerte. Son obras construidas para los dioses -templos de Karnak y Luxor- o para los muertos -tumbas-. Debían resistir al paso del tiempo y, efectivamente, lo consiguieron en buena medida, utilizando bloques de piedra que transportaban por el Nilo. La finalidad de las tumbas era proteger el sarcófago para que no fuese robado. Sólo el faraón y los miembros de la nobleza tenían el poder suficiente para fabricar las

construcciones funerarias que han llegado hasta nuestros días. Para el resto de la población se empleaban ataúdes de madera que se enterraban en la arena. Es un principio, las tumbas eran muy sencillas e iguales entre sí: son las llamadas mastabas. Desde la III dinastía, la fuerte autoridad del faraón, le permitió distinguir su tumba de las demás; así aparecen las pirámides, entre las que destacan las de Keops, Kefrén y Mikerinos. En el Imperio Medio, aparecieron las tumbas excavadas en la roca: los hipogeos. En las paredes del interior de las tumbas, representaban escenas que narraban acontecimientos relacionados con el muerto. En estas pinturas egipcias no están separados los distintos momentos de la acción y combinan la visión de perfil y la

frontal para presentar, de la forma más exacta posible, cada parte del cuerpo. Raras veces se utilizaba el sombreado para dar profundidad a la escena; por el contrario, se resaltaba fuertemente el contorno de las figuras.

El Legado Cultural del Mundo Clásico

El mundo Grecorromano corresponde al desarrollo de la civilización Griega y Romana. Estas dos culturas entregaron al mundo occidental una invaluable herencia, constituyendo la cuna de la civilización occidental. Algunos de los grandes legados de estas culturas son:

a) La Democracia: En Atenas alcanzó su máxima expresión. Clístenes la diseño a través de la división del Ática en diez Demos, especie de circunscripciones electorales, en donde las dos clases sociales fuertes de Atenas, la nobleza y el campesinado, se encontraban en igualdad de condiciones políticas. Pericles, posteriormente, consolidó el modelo gracias a una serie de reformas que perseguían generar un equilibrio en la toma de decisiones. La Democracia Ateniense se basaba en el principio de que sólo el pueblo era soberano, entendiendo por pueblo al conjunto de los ciudadanos o individuos con derechos políticos.  El concepto griego de Democracia, fue tomado por los regímenes democráticos modernos; aunque existen algunos aspectos que los diferencian, como por ejemplo:

1. La Democracia Griega fue directa (favorecida por la pequeñez de las Polis), nuestra democracia es representativa.

2. La Democracia Ateniense fue aristocrática. El demos o pueblo con derechos políticos no pasaba de ser una minoría dentro de la población, pues las mujeres, los esclavos y los extranjeros carecían de tales derechos.

3. La Polis era una comunidad que absorbía al individuo. El ciudadano, antes que padre de familia y hombre de trabajo, era un servidor de la Polis y debía

dedicarse a la colectividad desde las magistraturas y cargos públicos.

4. La Democracia Helénica fue esclavista.

b) El concepto de ciudadanía: En Atenas la condición fundamental para participar en política era ser ciudadano (a partir de los 20 años y haber nacido en Atenas). Así, la ciudadanía equivalía a ser miembro de la comunidad política y al disfrute de derechos y cumplimiento de obligaciones. En la Atenas de Pericles, se requería además estar inscrito en un demos o municipio y en una fatría, un tipo de organización político-religiosa de ciudadanos atenienses. En Roma era imprescindible que todo ciudadano se inscribiera en las listas del censo. Con el tiempo la ciudadanía dejó de estar

necesariamente vinculada al nacimiento, y podía concederse a una persona de otra comunidad, por ejemplo, para premiar servicios prestados. En Roma se solía conceder la ciudadanía a los oriundos de una provincia que hubiera desempeñado servicios a Roma.

c) El Ideal de República Romana: Con la expulsión del pueblo Etrusco el año 509 a.C., la nobleza romana estableció la República, concepto que significa Estado libre gobernado por magistrados electos o Gobierno ejercido por el pueblo o sus delegados. En sus comienzos, la República Romana fue muy semejante a la Polis o Ciudades-Estados de los griegos, tanto por su reducido territorio y escasa población, como por su forma aristocrática de gobierno. Los romanos la llamaron Civis o Ciudad. Sólo los Patricios formaban el Pueblo Romano, es decir, eran los únicos que poseían los

derechos de ciudadanía, que permitían actuar en el gobierno. Posteriormente se introdujeron los Plebeyos quienes lograron colocar un representante dentro de la estructura republicana, el Tribuno de la Plebe quien defendía los intereses de esta clase ante el resto de las magistraturas romanas. La República Romana reunía lo mejor de los tres poderes conocidos; Monarquía, Oligarquía y Democracia. Armonizaba los intereses de sus miembros a través de una tríada institucional de poder dada por las Magistraturas, el Senado y los Comicios.

d) El Derecho Romano: El Derecho Romano, el ius, es sin duda alguna, el legado más importante que nos ha transmitido Roma. Bajo su forma definitiva (el derecho de Justiniano), ha sido estudiado en toda Europa desde el siglo XII. Ha influido en la mayor parte de los derechos modernos, especialmente en el Código Civil Francés (1804) y en el Código Civil Alemán (1900). El derecho característico de la fase monárquica de la historia romana fue oral, lo que se llama derecho consuetudinario. El primer cuerpo legislativo escrito, es decir positivo, fue la Ley de las XII tablas

(establecida hacia 450-449 a. de C.) por diez magistrados, los decenviros. La Ley de las XII Tablas, contenía las disposiciones relativas al procedimiento, al poder del Pater familias (padre de familia) y, sobre todo, a las sanciones de delitos y crímenes. Con el paso del tiempo este registro se fue complementando con otros tipos de leyes y compilado por el emperador bizantino Justiniano.

e) Las Lenguas Antiguas: Los griegos fueron el primer pueblo Europeo en usar un alfabeto. La principal ventaja del alfabeto sobre la escritura con ideogramas, es que con los signos del alfabeto, las letras representan los sonidos de las palabras y se necesitan muchos menos signos que en la escritura ideográfica. Cuando Roma, a partir del siglo I a. de C., llegó a crear un gran Imperio, y extendió su cultura, el vehículo transmisor de esa cultura fue la lengua latina hablada por el pueblo, el latín vulgar, pues la mayoría de los colonizadores romanos eran militares, comerciantes y agricultores, esto es, gente de baja condición social. A la labor cultural llevada a cabo por Roma en las tierras por ella conquistadas se le conoce con el nombre de

romanización. La consecuencia más inmediata de la romanización fue el desarrollo de una serie de lenguas derivadas del latín y conocidas como lenguas romances. Entre éstas se cuentan: el francés, el castellano, el catalán, el gallego, el portugués, el italiano, el sardo, el romance y el rumano.

f) Ciencia y Técnica en el Mundo Clásico: En contra de lo que pudiera parecer, también en el mundo clásico hubo ciencia, si con esta palabra aludimos a un tipo de conocimiento de la realidad preciso, riguroso y metódico, basado no ya en los sentidos, sino en la razón. No obstante, no cabe duda de que la ciencia, tal como hoy se entiende, es un fenómeno relativamente reciente, surgido, en concreto, en el siglo XVI, como una de las manifestaciones más palpables del período que conocemos con el nombre de Renacimiento. Los principales aportes del período fueron: las matemáticas, la astronomía y la física.

Los Griegos

Los romanos llamaron «griegos» a los habitantes de la antigua Grecia. Ellos se llamaban a sí mismos «helenos» y con el nombre de «Hélade» conocían los territorios por ellos ocupados, que formaron, excepto en la época de Alejandro, una comunidad cultural de ciudades independientes.

Etapas de la Historia Griega

La Edad Arcaica (siglos VIII-VI a.C.): Los habitantes de las «polis» (ciudades) hablaban dialectos de una lengua común, poseían tradiciones comunes y vivían, fundamentalmente, de la agricultura. Unos pocos terratenientes, poseían la mayoría de los terrenos cultivables. La necesidad de encontrar nuevas tierras, el aumento demográfico y los conflictos sociales de muchas de estas ciudades, llevaron a sus pobladores a fundar otras nuevas «<colonias» en el Mediterráneo occidental y en las costas del mar Negro. En el siglo VII a. C. aparecieron los legisladores, que establecen

leyes iguales para todos los ciudadanos, y los tiranos, que fomentan la industria, el comercio y una agricultura más eficaz.

La Edad Clásica (siglo V a.C.): A comienzos del siglo V a.C., los persas invadieron las ciudades helénicas del Asia Menor. Muy pronto, las demás ciudades del continente formaron una federación militar, dirigida por Esparta y Atenas, contra el poderoso ejército persa, iniciándose las llamadas «Guerras Médicas». El 479 a.C., los persas fueron derrotados. Persia renunció, temporalmente, a sus pretensiones y los helenos lograron unificar sus fuerzas. Del 443 al 429 a.C., Atenas, centro económico, militar y cultural, vivió su «siglo de oro» bajo el mandato de Pericles, imponiendo su hegemonía

en la Hélade y siendo, junto a Cartago y Roma, una de las ciudades más importantes del Mediterráneo. Pronto, varias ciudades pretendieron liberarse del poder ateniense, acaudilladas por Esparta y apoyadas por Persia, iniciando así las llamadas «Guerras del Peloponeso» (431-404 a.C.), que terminaron con el reconocimiento de la supremacía de Esparta. Pero los continuos enfrentamientos hicieron tambalear la estructura social y económica de las «polis». Mientras tanto, Macedonia, reino influido por la cultura helénica, aunque no heleno, se había dotado de una potente economía y un ejército disciplinado. La batalla de Queronea (338 a.C.), supuso la victoria de Macedonia sobre las ciudades helénicas.

El Helenismo (siglos IV-I a.C.): Desde el comienzo de su reinado, Alejandro de Macedonia pretendía someter definitivamente el Imperio Persa y helenizar todo el Oriente. En el 335 a.C., dominó la península Helénica. Tras una serie de importantes campañas (335-331 a.C.), arrasó Persépolis. sometiendo el Imperio Persa. Del 327 al 325 a.C., avanzó hacia el Oriente, llegando hasta el río Indo, formando el imperio más extenso de la historia antigua. Aclamado como un dios, murió en Babilonia, cuando regresaba a Macedonia, en el 323 a. C. El imperio de Alejandro quedó definitivamente

dividido en tres grandes reinos: Macedonia, Egipto y Seleucia.

La Sociedad griega

Los helenos vivían en ciudades independientes, cada una de las cuales tenía sus características propias, que evolucionaron a lo largo de los siglos. Sin embargo, su estructura social era similar: la diferencia entre ciudadanos y no ciudadanos, una gran desigualdad económica y la existencia de esclavos, eran rasgos comunes en toda la Hélade. En las primeras ciudades helénicas, una clase aristocrática de terratenientes «eupátridas» poseía el poder político y económico de la ciudad. Agrupados en «genos» o familias, reclamaban su descendencia de los dioses para justificar sus privilegios. Dueños de la mayoría de los terrenos cultivables, arrendaban los campos a otros ciudadanos más pobres, que debían satisfacer importantes impuestos. Solamente los

aristócratas eran capaces de costearse el armamento necesario para las continuas guerras. Las leyes de la ciudad eran conocidas y administradas sólo por ellos. Pero la aparición del «hoplita» o infante armado, con un equipo que muchos podían ya costearse, el aumento del comercio y la especialización de la agricultura, harán que muchos ciudadanos no aristócratas se opongan a los antiguos privilegios de los eupátridas. Desde el siglo VII a.C., los ciudadanos griegos no se dividen ya en aristócratas y no aristócratas, sino en ricos y pobres, pero con iguales derechos; junto a ellos había una gran masa de esclavos y extranjeros. El conjunto de habitantes de una «polis» podía dividirse en ciudadanos, esclavos y extranjeros. División a la que era necesario, siempre, añadir la diferencia de riqueza. Todo aquel que era hijo de ciudadanos libres de la «polis» era considerado ciudadano heleno y gozaba de todos los derechos en la ciudad. La mayoría de los ciudadanos eran campesinos y ganaderos, y adquirieron una participación cada vez mayor en el gobierno de algunas ciudades. Debían tomar parte en las guerras y participaban en los juegos deportivos y en las fiestas religiosas de la Hélade. El derecho de ciudadanía era muy restringido en la época clásica. Las mujeres no lo poseían aunque tenían ciertos derechos.  Los esclavos carecían de todo derecho y realizaban los trabajos más duros. En algunas ciudades, como Esparta, eran muy numerosos. La procedencia de los esclavos era triple: prisioneros de guerra, adquisición en los mercados orientales o bien ciudadanos sometidos a la esclavitud por deudas o impuestos impagados. Los esclavos

proporcionaron siempre una mano de obra barata, que contribuyó decisivamente al apogeo económico y político de muchas ciudades helénicas. En las grandes ciudades helenísticas, el número de esclavos aumentó considerablemente. A pesar de su mísera condición, el esclavo no solía ser maltratado y en las ciudades helénicas vestía como los ciudadanos. Llamados «metecos», los extranjeros no eran considerados ciudadanos y sus derechos eran muy limitados. Muchos extranjeros vivían en barrios separados de las ciudades, desempeñando funciones comerciales e industriales. A pesar de su segregación, los extranjeros contribuyeron decisivamente al desarrollo económico de la Hélade y su presencia suponía siempre la aparición de nuevas técnicas y novedades de otros países. Durante el helenismo, el derecho de ciudadanía se amplió considerablemente.

Evolución política de la Grecia clásica

Los rasgos físicos del territorio griego influyeron en el desarrollo de su estructura política ya que la Grecia Clásica estuvo dividida en un gran número de Polis o Ciudades-Estados destacando por sobre las demás Atenas y Esparta. Las Polis se desarrollaron ocupando pequeños valles situados entre montañas, en territorios reducidos, de comunicación difícil, por lo que lograron un alto grado de independencia política y de libertad para gobernarse como ellas determinasen. En el ámbito  conómico buscaron autoabastecerse (autarquía) pero cuando no lo conseguían eran diestros comerciantes. La Polis también tenía un rol religioso, puesto que creían en la existencia de dioses protectores que articulaban toda la vida religiosa de la ciudad. A pesar de esta división política, los griegos siempre tuvieron el sentimiento de pertenecer a una misma comunidad, la Helénica; unida por el lenguaje (llamaban bárbaros a los que no hablaban su misma lengua) y por la religión, poseían un panteón religioso similar; Además se auto reconocían como miembros de una cultura comercial y marítima.  Las Polis siguieron diferentes estructuras políticas, siendo la de Atenas el modelo clásico a estudiar, la evolución política de esta Polis fue la siguiente:

Monarquía Patriarcal: Existía un rey llamado Basileus, quien era juez, jefe de guerra y sacerdote. Se asesoraba por el Areópago, el cual estaba conformado por los jefes de las familias nobles.

Aristocracia: Superada la etapa de la Monarquía, se estableció un gobierno aristocrático. Se organizó un régimen de gobierno colegiado, encabezado por los Arcontes (9), seguidos por el Areópago (integrado por los ex arcontes) y terminado en la Ecclesia, una asamblea de terratenientes. Durante este período se agudizaron una serie de problemas en la Polis especialmente el endeudamiento y el acceso a la tierra. En parte estos problemas se intentaron solucionar a través de migraciones alrededor del mediterráneo período conocido como de Colonización griega.

Los Legisladores: En el año 624 a.C., Dracón codifico la ley, limitando los abusos de la aristocracia en contra del pueblo. En el año 594 a.C. Solón dicto una serie de leyes entre las que se cuentan las siguientes: prohibió la esclavitud por deudas, liberó a los esclavos por deudas, a los ciudadanos los dividió en cuatro clases a los que se les otorgo derechos en función de su riqueza. Creo la Bulé o consejo de los 400. Organismo legislativo que paulatinamente adquirió las funciones del Areópago.

Tiranía: En el año 561 a.C. se establece la Tiranía. En medio de una serie de conflictos sociales, Pisístrato, jefe del partido popular se apoderó del gobierno, constituyéndose en un tirano. El Tirano, señor con poder absoluto, término que al comienzo no tenía connotación negativa, se apoya en el pueblo para arrebatar violentamente el poder a la aristocracia. Su objetivo: Favorecer las condiciones de vida del pueblo bajo. En el gobierno de Pisístrato se favoreció el cultivo de la vid y el olivo y fortaleció la marina ateniense.

Democracia: En el 508 a.C. Clístenes crea un nuevo sistema político conocido como Democracia. Dividió a la población en 10 tribus o demos las cuales participarían directamente en la acción política. La Constitución democrática de Clístenes estableció que cada año 10 ciudadanos eran elegidos Estrategas lo que los convertía en jefes del ejército; que cada año 500 ciudadanos eran sorteados para participar de la Bulé; que cada año 6000 ciudadanos, eran sorteados para participar como jueces; todos los ciudadanos forman parte de la Ecclesia: Elegían a los magistrados, discutían y votaban leyes. Entre el 444 y el 429 a.C., Pericles ocupó el cargo de Estratega, profundizo el sistema democrático, lo hizo realmente efectivo, consagrando el principio de la

igualdad ante la ley y de los derechos políticos. Bajo su mandato Atenas se convirtió en la Polis más importante de la Hélade y organizó el imperialismo ateniense. La otra Polis que se toma como punto de referencia es la de Esparta, en parte porque representa lo contrario a lo que significó Atenas. Esparta fue la Polis aristocrática, militarizada y conservadora por excelencia. Alcanzó el dominio de la Hélade luego de haber derrotado a los atenienses en la guerra del Peloponeso (429-404 a. de. C.). La organización social y política espartana se explica por la situación de desventaja numérica en la que se encontraban, en efecto la hegemonía que ejercían sobre la zona de Laconia al sur del Peloponeso y en particular sobre los llamados Ilotas (habitantes

originarios de Laconia), era difícil de mantener ya que los Espartanos constituían el 7% de la población que ocupaba dicha zona. Para enfrentar esta situación se fortalecieron militarmente logrando mantener inalterable su dominio en este territorio. La tradición atribuye al legislador Licurgo la estructura política de Esparta. Los órganos de gobierno se encontraban muy estructurados: dos reyes, procedentes de las familias aristocráticas, representaban el poder de la ciudad; un consejo de «éforos» o altos magistrados asistía a los reyes en las tareas más importantes; una asamblea ejecutiva

o «Gerusía», compuesta por 28 ancianos, aconsejaba a los reyes y a los éforos; finalmente, la Asamblea o «Apella» de ciudadanos libres, que tenía sólo un carácter consultivo y no decidía ningún asunto. Esta rígida estructura de gobierno, mantenía la desigual estructura social, dando lugar a multitud de leyendas sobre el rigor de la sociedad espartana.

La Cultura Griega

La cultura helénica constituye uno de los momentos más brillantes de la civilización occidental. Una cultura construida sobre una sociedad desigual, que estaba hecha a la medida del hombre y que consideraba a la razón y a la belleza como sus objetivos más importantes.  Los niños helenos aprendían a leer en los poemas de Hornero. La Ilíada y la Odisea describían las bases de la cultura helénica: sus costumbres, su orgullo, sus dioses, que eran compartidos por todos los helenos. Los dioses y los héroes eran hombres y mujeres que se comportaban como personas ordinarias, pero nunca morían. Vivían

siempre jóvenes y bellos en el legendario Olimpo. Agrupados en familias, con complicadas relaciones entre ellos, cada uno de los dioses representaba alguna de las más importantes actividades humanas. Muchas de las ciudades se encontraban bajo la protección de uno de los dioses, a quien veneraban en los templos de sus acrópolis (Atenea, diosa de la sabiduría, protegía a Atenas); algunos santuarios, como el de Zeus en Olimpia y el de Apolo en Delfos, eran sede de cultos comunes a todos los helenos. Periódicamente se celebraban competiciones deportivas y certámenes musicales y poéticos, como los Juegos en Olimpia. Desde el inicio de su historia, la Hélade contaba ya con el alfabeto que permitió registrar la palabra hablada en obras literarias y científicas de extraordinario valor. En el siglo VIII a.C., Homero y Hesíodo escribieron los libros poéticos que fundaron la cultura y las tradiciones helénicas. En las ciudades de Asia Menor se inició en los siglos VII y VI a.C., la primera poesía lírica de Occidente. El siglo V a.C. verá el mayor

invento literario de los helenos: el teatro. Originado como parte del culto a Dionisos, pronto se convirtió en una actividad de creación cultural y en instrumento de educación política. El teatro permitía construir, de modo artificial, todo un mundo sobre el escenario y representar sobre él los aspectos esenciales de la vida humana, sus alegrías, su dolor y sus pasiones. Esquilo, Sófocles y Eurípides crearon las grandes tragedias clásicas. Y junto a la poesía y el teatro, los griegos escribieron su historia: Heródoto, Tucídides, Jenofonte fueron los primeros historiadores de Occidente. El desarrollo del comercio y de la industria, el contacto con otros pueblos orientales y el valor concedido siempre por los helenos al diálogo, harán de algunas ciudades

helénicas la cuna del modo de pensar occidental. Un modo de pensar que utilizaba razones y argumentos y que valoraba la razón como la más valiosa posesión del hombre. Platón y Aristóteles fueron grandes filósofos que, desde la Hélade, iniciaron todos los grandes temas del pensamiento occidental. La filosofía se continuó con la investigación en otras áreas del saber: matemáticas, astronomía, ingeniería, geografía, etc.

El Estado Romano

Roma, pequeña ciudad del Lacio, va a unificar Italia bajo su autoridad, a abrazar la Civilización Griega y a crear un nuevo tipo de cultura, la Cultura Greco-Latina, que se difundirá luego, por medio de la Conquista de todos los rincones del mar Mediterráneo. Los romanos crearon el más organizado de los Imperios de la Antigüedad. En sus orígenes, Roma fue una pequeña ciudad-estado, organizada bajo una Monarquía. Más tarde se convertiría en un Estado territorial con dominio sobre toda la Península Itálica, organizada bajo un nuevo sistema político llamado República, posteriormente en su

fase expansiva, dominando toda la cuenca del Mediterráneo se transformará en un extenso Imperio. El Imperio Romano se ha constituido en la matriz, de casi todas las grandes nacionalidades de la Europa moderna. Es fundamental si queremos entender la historia Romana no perder de vista ésta evolución, que si bien es esencialmente política, explica las transformaciones vividas por ésta cultura en los otros ámbitos de su quehacer como civilización.

Roma fue fundada, según la tradición. el 753 a.C. Su poder se acrecentó desde el 615 a.C., cuando la ciudad fue dominada por reyes etruscos, pero los conflictos sociales y el deseo de un mayor protagonismo de los aristócratas provocaron la caída del último rey etrusco.  El 509 a.C. se estableció en Roma una república aristocrática. Una serie de pactos con las ciudades etruscas y la formación de un poderoso ejército contribuyeron a que, el 272 a.C., Roma sometiera toda la Península italiana. La expansión romana debía enfrentar la influencia de Cartago. Tres guerras, llamadas Púnicas, terminaron con la

aniquilación de Cartago el 146 a. C.

La sociedad romana

La sociedad romana mantuvo durante toda su historia la división entre patricios, plebeyos y esclavos. Los patricios y plebeyos eran ciudadanos libres, con derechos reconocidos. Los esclavos, muy numerosos, se encontraban en la base de la estructura social y eran la clase más desposeída. Los patricios detentaban los máximos privilegios de la sociedad romana. Durante la monarquía se agrupaban en 100 familias, cada una de las cuales tenía un nombre

común y reconocía a un dios como antepasado. Constituían el pueblo «populus», frente al conjunto de ciudadanos libres, no aristócratas de nacimiento, que formaban la plebe «plebs». Posteriormente, los patricios se dividieron en dos grupos: los caballeros, que participaban en la guerra, y los senadores, que ocupaban cargos políticos. Su predominio social se mantuvo siempre, aun cuando su poder político disminuyó durante el Imperio.

Los plebeyos eran hombres libres no aristócratas, enfrentados a los patricios durante toda la historia de Roma. Durante la República, muchos plebeyos enriquecidos se convirtieron en nobles, cuando la riqueza, y no sólo el nacimiento, llegó a ser un signo de poder. La nobleza de origen plebeyo tuvo un gran protagonismo en el Imperio y llegó a acumular grandes bienes procedentes del comercio y de la explotación de los latifundios. Muchos plebeyos pobres se acogían a la protección de un noble, al que consideraban su patrono, y se convertían así en clientes de un aristócrata, que veía

aumentado su prestigio con semejante relación. Tras las Guerras Púnicas, muchos pequeños propietarios plebeyos quedaron arruinados y engrosaron el número de clientes (muy pobres, sólo tenían como posesión a sus hijos, la prole), o bien pasaron a formar parte del ejército. A partir del siglo III d. C., muchos campesinos que no podían pagar las deudas, quedaban totalmente sometidos a su señor y debían trabajar sus campos durante toda su vida: eran los colonos. Los esclavos, desposeídos de todo derecho, eran considerados propiedad absoluta de sus señores. Constituían la clase más baja de la sociedad y su trabajo, dedicado a las tareas más duras y miserables, era la base de la economía. Los esclavos procedían de cuatro fuentes diferentes: los prisioneros de guerra, los ciudadanos que no pagaban sus deudas y eran condenados por los tribunales a la esclavitud, los esclavos comprados en los mercados orientales, y, por último, los hijos de los esclavos. Desde el siglo I d.C., por influencia del cristianismo, la condición de los esclavos pareció

suavizarse. Muchos fueron liberados y desempeñaron tareas artesanales y comerciales. Durante el siglo II d.C., el 80 por ciento de los ciudadanos del imperio descendía de antiguos esclavos. Nada de la historia de Roma puede entenderse sin considerar la situación de los esclavos, cuyo trabajo barato suponía, sin embargo, una peligrosa competencia para el trabajo de los agricultores y los artesanos libres.

La economía

Limitada inicialmente a la agricultura y la ganadería, la ciudad de Roma alcanzó relativa importancia económica gracias al control de las salinas del Tíber y al comercio con etruscos y griegos de la península. Pero desde el siglo II a.C., Roma fue la verdadera capital económica del mundo antiguo, cuyos grandes beneficios tenían en su base el trabajo de los esclavos. La ganadería, fuente de gran riqueza, fue monopolizada durante la monarquía por los

patricios. La agricultura era considerada actividad de plebeyos; cereales, viñedos, algunas legumbres y frutas (a las que los romanos eran muy aficionados) eran los cultivos principales. Tras las Guerras Púnicas, y la consiguiente ruina de los pequeños propietarios, se formaron grandes latifundios agrícolas, trabajados por esclavos. Aun cuando no desarrollaron grandes innovaciones materiales, los romanos empleaban abonos, una rudimentaria rotación de cultivos y el barbecho. La tendencia a la concentración de la propiedad y la presencia de grandes terratenientes fue progresiva durante el Imperio, algunas de cuyas provincias alcanzaron un alto desarrollo agrícola. La industria romana fue poco innovadora, pero aprovechó las técnicas y las riquezas de los territorios conquistados. Para la economía romana tuvo una gran importancia la explotación de minerales en Hispania, Britania y Galia. Uno de los aspectos más importantes de la industria romana fue la construcción de grandes obras públicas, en las que se empleaba una especie de hormigón y avanzadas soluciones de ingeniería. Desde el inicio de su historia, Roma desarrolló una importante actividad comercial, inicialmente desempeñada por patricios «caballeros» y luego protagonizada por plebeyos enriquecidos y esclavos libertos, que llegaron a poseer grandes fortunas. A la

expansión del comercio contribuyó la incesante construcción de calzadas, que unían la capital con las provincias. El comercio marítimo recibió un gran impulso durante el Imperio: todo el Mediterráneo, el mar Rojo y parte del Atlántico eran surcados por flotas comerciales) romanas, amenazadas constantemente por los piratas. Alejandría y, sobre todo, Ostia, el puerto de Roma, eran centros comerciales de primer orden.  Durante la República, se preparaba cada cinco años un presupuesto estatal, que era controlado por el Senado. Funcionarios especializados «publicanos» se dedicaban a

recaudar impuestos en Roma y en las provincias. Durante el Imperio, el emperador recaudaba los impuestos mediante una complicada burocracia oficial.

Junto a la economía del Estado, se desarrollaron cada vez más las formas de intercambio comercial privado. La existencia de establecimientos parecidos a los bancos era ya común en la República, así como la posibilidad de realizar complicadas operaciones bancarias y giros de dinero entre las ciudades más importantes.

Las Instituciones políticas

Durante los primeros siglos de su historia, Roma creó las instituciones políticas que, con cambios, perdurarían casi mil años. La monarquía etrusca era una especie de república aristocrática. Un Senado de 300 miembros, que el mismo rey elegía entre los  jefes de las familias patricias, tenía como funciones guardar las tradiciones y prestar consejo al rey. Junto al Senado, existía la «Asamblea curiada», formada por el «pueblo» de patricios, divididos en secciones o «curias». Esta Asamblea, en la que no intervenían los plebeyos, aceptaba el nombramiento de los reyes, votaba las leyes y

desempeñaba funciones judiciales y religiosas. Tres fueron las instituciones de gobierno fundamentales durante la República: las altas magistraturas, el Senado y los comicios. La lucha de los ciudadanos plebeyos por tener mayor protagonismo político fue constante y lo consiguieron parcialmente desde el

siglo II a.C. Los «magistrados» sustituían el poder de los reyes, ejerciendo el poder ejecutivo, político y religioso. Quienes aspiraban a la magistratura, debían preparar una campaña electoral para su elección en los comicios.  Una serie de asambleas o comicios, que reflejaban la división social, reunía a los

ciudadanos. Tres eran los principales:

1) los comicios curiados, formados por los más antiguos patricios, tenían funciones religiosas y recordaban los tiempos de la  monarquía;

 2) los comicios centuriados, organizados según el censo de ciudadanos, se distribuían en «centurias» según la riqueza de la familia, elegían los magistrados y votaban ciertas leyes;

3) los comicios tribunos, máximo órgano de la soberanía popular desde el siglo II a. C., votaban la mayoría de las leyes. El Senado máxima autoridad de la República, representaba el poder político permanente, frente al poder temporal de los magistrados, ya que los senadores ejercían su cargo toda la vida. El Senado era un órgano consultivo que inspeccionaba las finanzas públicas y controlaba la política exterior.

El Imperio (27 a.C. – 476 d.C.)

Durante los siglos II y I a.C., la progresiva desigualdad social, la continua lucha entre patricios y plebeyos y el poder creciente de algunos generales minaron las instituciones republicanas. La revuelta protagonizada por los hermanos Graco (133-121 a.C.), exigió una radical reforma agraria contra los grandes terratenientes. Los enfrentamientos entre Mario y Sila, dos cónsules que representaban el poder popular y el aristocrático tuvieron lugar del 88 al 82 a.C. y la lucha entre los generales Pompeyo y Julio César (49-44 a.C.) puso el mando de la República en manos de una serie de triunviratos de

militares. Uno de los triunviros, Octavio, tras conquistar Egipto, concentró todo el poder republicano en su persona. El 27 a.C., el Senado concedió a Octavio el título de Augusto, lo que significó el fin de la República.  Del 40 a.C. al 2 d.C., Octavio Augusto reunió en su persona todos los poderes de las

instituciones republicanas. Asumió estos cargos y poderes de forma vitalicia, para él y sus sucesores, iniciando así el gobierno imperial, altamente centralizado. Las antiguas instituciones republicanas sólo tenían ya un valor simbólico. El emperador contaba con una oficina en la que se despachaba la correspondencia oficial, se revisaban los asuntos económicos, se recibían las quejas judiciales, y cuyos responsables ejercían una gran influencia en los asuntos de gobierno. Un consejo privado, elegido por el emperador entre sus altos funcionarios, sustituía al Senado. Una estructura semejante

de poder centralizado se repetía en el gobierno de las grandes provincias. Octavio Augusto estableció las fronteras del Imperio en el Rhin y el Danubio. Bajo su principado nació Jesús de Palestina. Los emperadores de la dinastía Julio-Claudia (Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón) asentaron las instituciones imperiales. La dinastía Flavia (69-96 d. C.) consiguió cierto auge económico y el sometimiento de germanos y judíos. Pero fue durante la dinastía de los Antoninos (96-192 d. C.) cuando se llegó al apogeo del Imperio: Trajano (98-117 d. C.), primer emperador hispano, integró definitivamente las provincias en la estructura del imperio; su sucesor, Adriano (117-138), también hispano, organizó la burocracia imperial, construyó fortificaciones

fronterizas y viajó por todo el Imperio. El siglo III se caracterizó por el dominio de los militares, que imponían sus candidatos al Imperio, por la presencia de emperadores procedentes de Oriente y por la decadencia social y política. Diocleciano (284-305), intentó organizar de nuevo el Imperio, dándole la forma de una monarquía oriental; para hacerlo más gobernable, dividió el Imperio en dos regiones: Oriente y Occidente, poniendo al frente de cada una

dos augustos con poder político y dos césares con poder militar. Esta «tetrarquía» mantuvo el poder del Imperio durante un siglo más. Constantino (306-337), sucesorde Diocleciano, estableció la capital del Imperio en Constantinopla y reconoció oficialmente el cristianismo. Teodosio (379-395), fue el último emperador que logró reunir, bajo su mando, todo el Imperio.  A partir de mediados del siglo V el Imperio de Occidente se disgregó en zonas

gobernadas por pueblos extranjeros, llamados bárbaros por los romanos. El Imperio de Oriente, sin embargo, continuó unido hasta el siglo XV.

La cultura romana

Roma impuso un modo de vida común en todo el Mediterráneo. Sus primeras tradiciones, heredadas de los etruscos y de los griegos, se vieron pronto transformadas al asimilar las culturas de los países conquistados. El intercambio de ideas, el uso de una lengua y un derecho común, la ,exigencia de soluciones prácticas, crearon una rica cultura en el Mediterráneo, basada en las tradiciones helénicas, que resultó modificada sustancialmente por el cristianismo al final del Imperio.  La referencia a las antiguas costumbres de Roma fue constante hasta el apogeo del Imperio. La austeridad y frugalidad eran consideradas cualidades esenciales. El derecho de ciudadanía siempre llevaba aparejada la obligación de servir en el ejército, rasgo que cambió cuando se comenzaron a contratar soldados profesionales y mercenarios. Junto al papel fundamental del ejército se encontraba el que jugaba la

religión, cuyos dioses más importantes fueron tomados de los helenos. Los cultos domésticos, propios de cada familia, se dedicaban al recuerdo de los antepasados muertos «manes» y a la veneración de los dioses protectores del hogar «ares». La ciudad tenía un culto público, que era una extensión del culto familiar. Era muy común la consulta de sacerdotes «augures» y «arúspices» para el pronóstico del futuro. Desde Octavio, la figura del emperador fue deificada y objeto de culto. Los territorios conquistados por Roma eran rápidamente sometidos a su dominio político y económico, aunque se dejaba cierta libertad para el desarrollo de las costumbres autóctonas. Sometidos como «provincias» (unas «senatoriales», otras «imperiales», según su importancia estratégica y económica), repetían la estructura y costumbres esenciales de Roma, a la que solían estar unidas por un eficaz sistema de

calzadas. Este hecho produjo una uniformidad cultural en todo el Mediterráneo, especialmente durante el Imperio. Roma mantenía así su poder y, al mismo tiempo, se enriquecía recibiendo las aportaciones de culturas muy diferentes. El latín, lengua influida por el etrusco y el griego, adquirió forma literaria en el siglo III a.C. Las conquistas romanas lo impondrían como lengua común y, ya en el Imperio, se convirtió en un importante vehículo de comunicación y poder en todo el Mediterráneo, aunque siempre fue signo de cultura para los romanos el contar con maestros griegos y entender el griego.

No obstante, pronto se desarrolló una importante literatura latina. Cicerón (106 a.C.-43 a.C.) fue el gran autor durante la República, con una amplia obra, en la que destaca la calidad de su oratoria. Pero el siglo de oro de la literatura latina fue el siglo I d.C.: Ovidio, Virgilio y Horacio se cuentan entre los mayores poetas de la antigüedad; Tito Livio escribe una historia novelada de Roma y Tácito describe los hechos más importantes del pasado romano, con consideraciones morales. Desde el siglo III d.C. comenzó a aparecer la literatura del cristianismo, que presentaba los valores de la nueva religión y sus problemas, para implantarse en el Imperio Romano frente a cultos y tradiciones muy diferentes.